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50 tuiteos sobre literatura (13)

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[Foto: Natividad García]

Tuiteos de @perezreverte sobre libros y escritores:

-Acabo de leer en Jenofonte (sobre Sócrates) que de todas las cualidades de la integridad, la más valiosa es el sentido común. Ese chico sabía. Más Sócrates jenofontesco: “El camino más corto, llegar a ser bueno en aquello que quieras parecer que lo eres”. Tiene su puntito. Creo.

-baysanja: Arturo, ¿qué te parece ‘El maestro y Margarita’ de Bulgakov? ¿Me recomiendas otro escritor ruso?
-‘El maestro y Margarita’ es magnífico. Pruebe luego con ‘Crimen y castigo’, del Doctor Yekill. O como se escriba.

-Pedrete666: Dostoyevski.
-Claro. Dostoievsky. No Doctor Yevsky. Qué cabeza la mía. ¿Qué haría yo sin correctores que me corrijan?

-SoytaBarcel: Buenas, maestro. Tengo curiosidad por saber cuál es el libro que más ha disfrutado del otro maestro Francisco Umbral.
-No era Umbral mi pasión como novelista. Cada cual tiene sus gustos. Pero me gustó mucho ‘La noche en que llegué al café Gijón’.

-JaviOrozco22: Sobre Umbral creo haberle leído algún artículo que lo dejaba de vuelta y media, ¿no?
-Cierto. A Umbral como persona. No a su obra y su prosa.

-FranchoVilla: ¿La última novela que le haya sorprendido gratamente? Gracias.
-‘Calcio’, de Juan Esteban Constaín. Extraña, original. Seguiré a ese autor en el futuro.

-anaisbernal: Viaje en el tiempo. ¿Con qué escritor le hubiese gustado tuitear?
-Tuitear con don Francisco de Quevedo, sin duda. Y emborracharme en silencio con don Miguel de Cervantes.

-narvaezsuarez: ¿Dónde puedo encontrar su artículo en el que enumeraba los libros que todo el mundo tiene que leer? ¡Muchas gracias!
Se titula (son dos artículos seguidos) ‘Una biblioteca’. Pero no digo los que hay que tener. Cito algunos de los que tengo. Y amo.

-marinadreambig: ¿Cómo empezó a escribir?
-Leyendo. Hasta los prospectos farmacéuticos. De pequeño no soñaba con ser escritor. Soñaba con leer todos los libros hermosos del mundo. Y vivirlos. Lo otro vino luego.

-carme1001car: Si escribir es un trabajo como otro cualquiera, ¿se va a jubilar a los 65, o a los 67, o nunca?
-Me jubilaré cuando comprenda, o ustedes me hagan comprender, que ya no soy el que era. Es muy triste no darse cuenta.

-ptobalo: ¿Le gustan las firmas de libros?
-No. Pero son un daño colateral inevitable. Imposible negar eso a quien te hace el honor de leer un libro tuyo. Son las reglas.

-quinbor: Señor Pérez-Reverte, una curiosidad. ¿Toma usted las notas con una PDA, o con agenda y bolígrafo de toda la vida?
-Con lo de toda la vida.

-Ines_Cruz: Es gracioso ver los carteles que anuncian tus libros regalados con ‘El País’.
-No puede imaginarse la vergüenza. Ir por la calle y toparte con tu cara enorme en un quiosco, con la gente mirándote de reojo. Ayer vi un cartel en el que me habían puesto, a modo de parche pirata en un ojo, una pegatina de CCOO. Sic transit gloria mundi.

-carlosefrenr: La pluma llega más lejos que la espada. ¿La tecla llega más lejos que las balas?
-No. Le aseguro que, desgraciadamente, las balas llegan más lejos que las teclas. Afirmar lo contrario es hacer literatura.

-medinapati: ¿Para qué escribir? Me importa mucho saberlo. Si no hoy, dígamelo el día que sea. Otro abrazo.
-El gran Mario Vargas Llosa dice que escribe para huir de la vida. Yo, en mi pequeña parcela, lo hago para soportar la vida.

-SXenia: Yo voy a empezar con ‘El asedio’. Versión ebook pirata, a la espera de la edición bolsillo para gastarme los reales.
-No lo sienta, amiga. Disfrútelo. Lo importante es que me lea. Si gracias al cabrón del pirata puede hacerlo, bendito sea. Le deseo ventura con el libro y maldigo a los cabroncetes de los piratas. Es compatible. Un abrazo. Ya me contará.

-mestoycabreando: ¿Prestar libros es piratería?
-No. Prestar libros es sólo arriesgarse a perderlos para siempre. Yo no presto ninguno desde hace más de treinta años.

-AnaParragaESP: Compro sus libros en papel y me los descargo para leerlos en mi iPad. ¿Me considera usted una pirata? Yo considero que no, pero me interesa su opinión. Gracias.
-Es un asunto complejo. Las editoriales no siempre pueden. Y una cosa es el pirateo altruista y otra el que hace negocio robando. En cualquier caso, siempre animé a piratearme. No me perjudica demasiado, todavía. Y así hay más gente que lo lee. Quien me lee, sea como sea, no es un pirata. Es un lector.

-LargeHCollider: Sé que tal como eres podría ser factible que tuvieras los cojones de editar el siguiente libro de forma alternativa, un jaque.
-Si no acepto el pirateo soy un egoísta, y si lo acepto un insolidario. Usted quiere que me coja el toro. Así que la respuesta es que cada cual defienda lo que considere oportuno. Y con su pan se lo coma. Si pone así, le diré que ya puse en Internet un Alatriste el mismo día que se publicó, invitando expresamente a piratearlo. Mis libros se han pirateado siempre, sobre todo en América, en papel impreso. Internet es reciente. Ahora se juntan los dos pirateos.

-NoUso: ¿Podría mostrar algún enlace donde comprar alguna obra suya para leer en mi e-reader? Gracias.
-Me temo que no domino ese territorio. Pero igual encuentra algo pirata mío por ahí. Suerte.

-Cardenete: Gracias. Por estar ahí. Por su mirada. Le agrego y le veo contestando a todo o casi todo. Un compromiso más. ¿Le pesará?
-Empieza a pesar, como a Porthos en la gruta de Locmaría. Pero lo instructivo para mí supera, de momento, todo lo demás. Ya le contaré.

-ashbitelel: Apuesto a que ponemos a prueba su capacidad como mecanógrafo.
-No soy muy hábil, aunque me dedique a la tecla. Lo hago con un dedo de cada mano. Rápido, pero torpe.

-lorenapacho: 140 caracteres. Concisión en la pregunta y claridad en la respuesta. ¿Una nueva forma de periodismo? ¿Sobran prólogos y epílogos?
-A veces incluso sobra lo que va en medio.

-zenkkiu: No te pega estar en estas coñas.
-Pues no puede usted imaginar lo bien que me lo paso, cuando tengo un rato. Jekyll y Mr Hyde, supongo. O quizás no del todo.

-emilioglez: Creo que usted debería tener un blog para escribir sin las limitaciones de Twitter (y utilizar Twitter para difundir su blog).
-Es que yo no quiero tener un blog. Lo que aprecio de Twitter es que nos obliga a ser breves. Para lo otro ya están mis novelas.

-daniel_cebolla: Arturo, ¿qué tres personajes hubieran sido para ti los mejores tuiteros de la Historia?
-El mejor fue Julio César. Sólo necesitó un twit de trece caracteres. Tampoco Diego Alatriste sería malo en eso.

-jminuscula: No poner espacios tras los puntos en Twitter, ¿no es un poco como abreviar las palabras en el móvil? ¡Escribamos bien!
-No me sea picajoso, amigo. Esos espacios me permiten escribir con más letras. Economía narrativa. Alíate con el enemigo, etc. O semos modernos o no lo semos. Se trata de eficacia. Para el rigor extremo ya hay otros soportes más formales.

-dejadmeesta: ¿No cree que deberíamos hacer caso al señor Marías y dejar ya las redes sociales? ¿O ya se ha convertido en un fiel adicto? Un abrazo.
-Marías hablaba de los cantamañanas que desnudan su alma en la red, o lo pretenden. No es mi caso.

-Antartia: Una pequeña curiosidad: ¿difícil para los dedos de un escritor abstenerse de teclear más de 140 caracteres seguidos?
-No es dificultad. Tuiter es comodísimo. Obliga a abreviar.

-SiamErrol: Hoy @perezreverte ha estado un poco inactivo si comparamos con otros sábados. Me han sabido a poco sus 8 tweets de reflexión.
-Hombre, amigo. Uno hace lo que puede. Tampoco soy Paulo Coelho, que reflexiona hasta haciendo pis. Un abrazo.

-LadyClairk: ¿Sabe una cosa, don Arturo? Soy joven y cada vez da más vergüenza mirar de frente a este país. Gracias por ser nuestra voz.
-Si no puede mirar de frente a este país, mírelo a través de una biblioteca. Así lo detestará y lo amará al mismo tiempo.

-guerodavila: ¿Qué opina sobre las preferencias de las lenguas? Soy catalán, y considero que no hay que imponer una lengua sobre la otra.
-Se lo resumo: creo que cada cual debe escribir, leer, rotular, hablar, amar, insultar, suicidarse, en la lengua que le dé la gana. En la lengua que le dé la gana a él. Ojo. No en la que le interese al político y al sinvergüenza que hacen de ella su negocio.

-rojocereza: El otro día, leyendo ‘El discreto’ de Gracián, pensé que escriben ustedes con el mismo hartazgo ante esta patria perra.
-Es que precisamente lo bueno de gente como Gracián, Quevedo y otros, es que ayudan a mirar mejor a esta España perra. De su mano, uno interpreta mejor. Identifica lo viejo. La antigua enfermedad histórica del español. La incultura arrogante, la envidia que lleva al rencor y la vileza, la crueldad violenta, el desdén por el trabajo honrado…

-fjpm7: ‘Rojo y negro’ lo cogí en una biblioteca pública. ¿No le parece muy importante el papel que tienen?
-Lo que me parece infame es el desinterés oficial por las bibliotecas públicas. Y no sólo eso. Vea lo que pasa en la Biblioteca Nacional: le han recortado los presupuestos, nada menos, y no a las chorradas de Bibiana. No sé si me explico.

-grc83: Don Arturo, ¿me recomienda algún libro que ayude a motivar a un chaval de 27, sin trabajo y que no sabe qué hacer con su vida?
-Un curso de idiomas para largarse o un manual sobre cómo fabricar cócteles molotov para quedarse. Ahora en serio (o casi) podría probar a leer uno de los míos. Suerte y un abrazo.

-Eadeeva: Lágrimas después de leer el futuro cercano en ‘La mochila y el currículum’ de @perezreverte.
-Pues eso fue mucho antes de la crisis. Imagine ahora.

-Frarub70: Don Arturo, una pregunta. ¿Qué opina sobre el estoicismo?
-Utilísimo para ser español y no echar los hígados por la boca. Debería ser doctrina filosófica obligatoria en las escuelas.

-essoler: ¿Qué libros de historia de España recomendaría a damnificados de la LOGSE? Muchas gracias.
-No soy un experto. Pero Juan Eslava Galán cuenta nuestro putiferio histórico con mucha amenidad y mucha gracia.

-Colodra08: ¿Qué pensaría Alatriste de la España de hoy?
-Alatriste pensaría que en ciertas cosas la España de hoy se parece mucho a la de ayer. En ciertas, sólo. Pero en ésas, mucho.

-herudagor: ¿Qué le parece a usted que en una clase de tíos de mínimo 20 años nadie sepa qué es el ‘Nautilus’, ni quién era Espronceda?
-Que es una clase típica de hoy. Lo raro sería lo otro. Pero hay maestros-héroes que siguen peleando.

-inort7: Honor sin barcos. ¿Es la historia de nuestro país?
-Dijo Unamuno que cuando en España se habla públicamente de honor, un hombre sencillamente honrado debe echarse a temblar.

-LamielS: Los políticos convierten sus partidos en marcas. A nadie se le ocurre que sería más interesante que leyeran ‘La Ciropedia’.
-¿’La Ciropedia’? ¿Un político? Quite, quite. Lo mismo les daba alergia.

-indoxa: ¿Qué nos dirías acerca del poder creativo del silencio nacido del dolor? Un poeta encabezando una marcha de silencio.
-Me parece bien. O no mal. Pero prefiero a los poetas haciendo versos y dejar el silencio a los mudos.

-CesarRomGa: ¿A qué personaje literario o protagonista de cine nos deberíamos parecer los españoles? ¿O somos incapaces de seguir un modelo?
-Siempre se dijo que España es tierra de quijotes, pero es mentira. Es tierra de sanchopanzas. Con algún quijote despistado suelto.

-NataliaPastor: Imagino que tras leer ‘El primer naufragio’ se te habrán quitado las ganas de lamentar la ausencia de guillotina en España.
-Sigo lamentando la ausencia de guillotina en el XVIII en España. Tras ese sarampión habría venido la cura. Males llevan a bienes. Escaparon todos a la guillotina en su momento, y así nos va. Todos siguen ahí.

-joseluisqm: ¿Vuesa merced cree que puede llegar a existir un antídoto a la España eterna, casposa, pícara, bravucona y llena de zascandiles?
-Deletree conmigo, querido amigo: CUL-TU-RA. O sea, nunca.

-coloreskiosco: Tengo dos hijos preadolescentes. Deme la fórmula para que no sean unos adultos analfabetos, envidiosos e insolidarios. Gracias.
-No tengo varitas mágicas. A mi hija intenté acostumbrarla a leer, a viajar, a razonar y a no ser sectaria ni fanática de nada. Y por Dios que no me quejo.

-Rafaelfdezfdez: “Nadie navega impunemente por las bibliotecas ni por la vida”, de acuerdo. ¿Donde ubicamos al político español actual?
-Ajeno a las bibliotecas y ajeno a la vida real. Pero no sólo en España. Bruselas es una casta de golfos autosatisfechos.

-pablotana24: Una pregunta directa. ¿Hay esperanza en este país para aquellos que hemos estudiado una carrera de humanidades? Gracias.
-Sí. La propia biblioteca. El consuelo y el analgésico frente a todo. O casi todo.

-Rogorn: ¿Qué habría hecho los últimos 25 años si no le llegan a haber funcionado las novelas?
-Si en estos 25 años no hubieran funcionado mis novelas, habría escrito menos, y navegado y leído más.

Todas las entregas de ’50 tuiteos sobre literatura’

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El verdadero procedimiento policial (7)

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Qué placer, querido lector, el verte de nuevo en este territorio. Durante las últimas entregas hemos visto aspectos fundamentales de varios —llamémoslo así— departamentos que intervienen en la resolución de un crimen, desde que se da el aviso a emergencias o al propio cuerpo de policía hasta que el cuerpo se encuentra postrado en la mesa de autopsias del forense. Todo ese proceso, quizá, es el que más suele quedar en la sombra siempre y, aunque los medios lecturoaudiovisuales —toma palabra, ¿creías que no tengo poder de inventiva?— nos lo muestran —algunos de aquella manera, como hemos visto—, el trabajo que siempre queda más visible a los ojos de todos es el del atormentado inspector o detective —recordemos que englobo ambos géneros cuando nombro esta figura, no nos pongamos tiquismiquis ahora—.

Y es que, sin duda, sin su labor un crimen quedaría en el limbo pues podríamos considerar a su figura como el nexo de unión entre las pruebas que puedan aportar los equipos de criminalística y forense; y el juez, que determinará si con esas pruebas y su interpretación —la que hace el susodicho investigador— se logra tener a un acusado y si este es culpable, inocente o político —esto último se me ha escapado y, aunque no tiene gracia, no lo pienso borrar—.

"Por qué manos ha pasado y qué procedimiento se ha seguido hasta que ha llegado el informe final al juez, que dictará sentencia. Si en el algún momento se detecta una irregularidad y se considera rota esa cadena, la prueba carecerá de validez. "

Y es que podríamos definir así a un inspector (también incluyo a subinspectores y demás ramas y especialidades de investigación, sean del cuerpo que sean). Podría ser fácilmente un intérprete que ordena los indicios y los complementa con pruebas. Es el encargado de investigar, coordinar equipos, organizar los medios, documentar los casos y darle sentido a las pruebas obtenidas por separado, para que tengan empaque en un conjunto que servirá —o no—, para ponerle nombre y apellidos al culpable de un delito.

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Son los encargados de investigar el entorno de la víctima, de establecer relación entre los hechos ocurridos y otros anteriores que pasaron en vida del fallecido. También coordinan los interrogatorios a testigos y posibles sospechosos (siempre avalados y permitidos por un juez, ojo). En definitiva, podríamos llamarlos perfectamente “directores de orquesta”, porque en definitiva, ese es su papel.

Pero, Blas, déjate de darnos la monserga —estaréis pensando esto, seguro—, ¿hay mitos alrededor de la figura del inspector de policía?

Pues claro, como en casi todo.

Pero he de aclarar que, aunque estos mitos giran en torno a la figura del inspector, no están directamente relacionados con ellos —menos el primero, que sí lo está—. Pero qué narices. Me apetecía contarlos.

—Estoy atormentado y soy un rebelde, por eso no me importa hacer lo que me dé la gana, sin pedir permisos a nadie y si hace falta, meteré pruebas donde no las haya con tal de inculpar a quién me dé la gana.

Hay que ver lo que he exagerado este título. Sí. Pero, ¿cuántas veces hemos visto esto? Creo que demasiadas. También creo que ya habéis leído suficientes artículos como para saber que esto no puede ser así. Las pruebas tienen algo que se llama cadena de custodia. ¿Qué es esto? Pues como su propio nombre indica es un seguimiento de dónde ha estado en todo momento este indicio. Por qué manos ha pasado y qué procedimiento se ha seguido hasta que ha llegado el informe final al juez, que dictará sentencia. Si en el algún momento se detecta una irregularidad y se considera rota esa cadena, la prueba carecerá de validez. Aunque señale inequívocamente a una persona, por lo que hay que tener mucho cuidado con esto. No sería la primera vez que alguien queda libre por considerarse rota la cadena y perder la credibilidad de las pruebas que lo incriminaban. Es por esto que esas veces que hemos visto a un inspector “metiendo” una prueba a la fuerza, es algo totalmente falso. No se puede.

"Que funcione o no el polígrafo es tan sencillo de interpretar como que si a mí me llevan a un interrogatorio y me conectan a la maquinita, aunque no haya hecho nada, en esas preguntas me pondré nervioso."

También me viene a la cabeza la imagen del investigador que se cuela en una casa ajena, por la noche, a oscuras —y aunque lo haga de día y con los ocupantes dentro— en busca de pruebas. Eso lo tiene que autorizar un juez y, sin indicios claros de que pueda servir para algo, no lo hará.  El inspector tiene que estar dando cuenta constantemente de lo que está haciendo a través de diligencias que remite al juzgado. Y, aunque estoy seguro que un buen investigador sí hará movimientos por su cuenta, lo hace a sabiendas de que lo que encuentre, carecerá de validez si no está autorizado, por lo que deberá hacer uso de su astucia para acabar incluyendo sus averiguaciones de manera legal —y lo malo es que en muchos casos no es posible—.

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A la mente me viene, sin ir más lejos y aunque el autor no perteneciera a ningún cuerpo, la figura del que se conoció como “padre coraje”. Este hombre consiguió infiltrarse entre los que mataron a su hijo y consiguió grabarles una confesión. Ésta careció de validez aunque apuntara directamente a ellos al ser obtenida de manera ilegal. Así que hay que tener mucho cuidado con esto.

—Siéntese aquí, nuestro experto le conectará el polígrafo y sabremos si miento o dice la verdad.

Este aparato está más de moda que nunca. En realidad me duele que haya sido así a través de la televisión más casposa, pero ahora todo el mundo sabe lo que es un polígrafo y para qué se usa.

Pero, ¿sus resultados son en realidad fiables?

Este tema trae cola y discusiones sin fin entre los expertos. Como en todo, están los pro polígrafo que argumentan que el aparato define una serie de parámetros que demuestran que el acusado miente o dice la verdad —o el famoso de turno que si se ha acostado con una, dos o docenas de personas—. Luego están los que dicen que esto carece de validez científica. Creo que es un tema que siempre traerá esta polémica. Y es que su funcionamiento se basa en esto:

El aparato está compuesto por una serie de sensores que miden el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la sudoración. Todo esto queda reflejado en una serie de gráficas que un experto interpreta. Para las preguntas, primero se hacen unas obvias para ver el resultado de la gráfica y sus niveles, como por ejemplo: Tu nombre es tal, tu edad es tal o vives en tal sitio. Una vez hecho esto se pasa al meollo. Viendo las variaciones entre esas preguntas, se sabe si se miento o se dice la verdad.

"Lo siento por esos asesinos de guante blanco que son capaces de acabar con una familia entera sin que nadie oiga nada, pero no es así."

Que funcione o no, es tan sencillo de interpretar como que si a mí me llevan a un interrogatorio y me conectan a la maquinita, aunque no haya hecho nada, en esas preguntas me pondré nervioso. Es así. Hay preguntas que incomodan por su contenido y me sería imposible estar sereno. Luego está el caso estudiado de varios asesinos en serie que su pulso no pasaría ni de 80 pulsaciones mientras cometen el asesinato debido a su frialdad. Dudo que el aparato revelara otra cosa.

Entonces, ¿es fiable?

Dejo en tu propio criterio, querido lector, el sacar tu propia conclusión. Si me tuviera que mojar, diría que desde luego no. Pero ya, en cada uno queda.

—Mantenga al interlocutor al aparato, necesitamos unos segundos más para localizar la llamada.

Incontables las veces que hemos visto, leído, oído esto. Estoy seguro que han sido más de diez a lo largo de tu vida. Y es que es un tópico muy recurrido. Pero a la vez, tan falso como una moneda de cuatro Euros. Desde los años 70, los operadores telefónicos instalaron una serie de conmutadores que hacen identificable cualquier llamada al instante. Dando ubicación exacta de inmediato y datos de la compañía que opera en caso de ser necesario. No hay que ir más lejos que mirar el propio identificador de cuando te llama tu madre por teléfono a casa. No, no es magia que aparezca su número y nombre. Es producto de esos conmutadores. Y sí, se puede ocultar el número a través de un código marcado previamente, pero no podemos ser tan estúpidos de pensar que la compañía no va a registrar el número desde donde se realiza.

El silenciador

Pues bien, si tú puedes identificar al instante esa llamada, imagina la policía. No necesitan unos segundos. Es inmediato.

Y esto lo dejo como bonus, que parece ser el mito más extendido del mundo entero.

—Colocaré el silenciador al arma y ahora sonará como un pedo aplastado contra una silla.

Siento ser tan gráfico, pero es que realmente suena así —prueba, no seas remilgado—. El asesino coloca el tubito en el arma y, magia, ahora suena celestialmente. No, para nada, el silenciador, como su propio nombre indica hace que el disparo no suene con la magnitud que lo haría sin él —si no, ¿para qué se vendería?—, pero hablamos de que un disparo normal —dependiendo de la pistola y munición empleada— suena a 160 decibelios. Con el silenciador baja a 120, lo que equivaldría al sonido de un martillo neumático, para que te hagas una idea. Teniendo en cuenta, además, que no sólo es eso ya que en un disparo se escuchan tres sonidos: la explosión de la pólvora, la ruptura de la bala de la barrera del sonido y el casquillo cayendo por la recámara; y el silenciador sólo es capaz de bajar el primero, se obtiene que ni pedos ni nada. Suena considerablemente. Lo siento por esos asesinos de guante blanco que son capaces de acabar con una familia entera sin que nadie oiga nada, pero no es así.

Y hasta aquí el artículo de hoy. Espero que hayas aprendido algo nuevo y, si me dices que no, te someteré al polígrafo para ver si es verdad lo que dices.

Había pensado contarte cómo se titulará mi nueva novela, pero puede que si lo hago quizá no leas el siguiente, donde hay muchas papeletas de que toque el premio —menuda licencia me acabo de tomar yo mismo, en fin—. Nada más por mi parte. Sólo espero que no utilices esto en contra de las fuerzas del orden, aunque ya sabes que será muy complicado que no puedan darte caza. En ti queda. Muhajajajajajaja.

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El perseguidor de águilas

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Soy un obseso de las águilas napoleónicas. Las persigo. Trato de verlas allá donde estén. Las colecciono como colecciono (otros) pájaros en mi actividad de birdwatcher. Me interesan desde que tengo uso de razón. Seguramente como una extensión de la curiosidad  y la pasión por las águilas romanas. Uno de mis primeros recuerdos de lector es cuando de niño me quedé extasiado ante la historia ilustrada del aquilífero de la X Legión que con su decisión, lanzándose al agua con su estandarte para incitar a sus compañeros, salvó el desembarco de Julio César en la invasión de  Britania en el 55 antes de Cristo. Otro es, claro, el de las tres derrotadas águilas de Varo presas, aguardando su rescate en las ensangrentadas manos de los germanos tras la masacre de Teutoburgo: Germanico recuperó dos, de los marsos y brúcteros, el año 15, y la última Claudio, veinte años después, a los catos. Las aventuras de las águilas de Napoleón son una  continuación directa de las de Roma, de las que se tenían por descendientes, claro. En otro mundo y otras guerras, pero con no menos leyendas y heroísmo (y su reverso de cobardía: perder las águilas siempre fue, antes y después, un trance).

"Napoleón realizó la primera entrega de águilas poco después de su coronación. La Fête des aigles tuvo lugar en diciembre de 1804 y en ella el emperador libró un millar de águilas"

Napoleón adoptó la enseña de las águilas romanas como estandarte de batalla para sus ejércitos poco después de nombrarse emperador en 1804 (no hubo águilas en Egipto) y tras un debate —que zanjó imponiendo su voluntad— en el que se propusieron algunos otros emblemas como el león —“parcequ’il vaincra le Léopard” (inglés), según adujo uno de los participantes—, el gallo, que le parecía risible a Bonaparte, y nos lo sigue pareciendo a algunos, pese a Le Coq Sportif, o las abejas.  Un Aigle éploye, con las alas extendidas, emprendiendo el vuelo, pues, au natural, iba a identificar a las nuevas legiones imperiales con las triunfantes de César y Roma (habrá corrido un discreto velo Napoleón sobre la suerte de las de Varo).  La nueva rapaz, que iba montada sobre un asta, como la romana, y llevaba debajo la bandera tricolor —como elemento subsidiario—,  la diseñó Jean Baptiste Isabey, a partir de un dibujo que había hecho de un águila esculpida en una de las tumbas de los Visconti en el monasterio de Certosa en Milán.  Hecha de bronce dorado al oro molido, miraba  a la izquierda y sostenía en su garra derecha un rayo.

El águila encarnaba el espíritu permanente de la unidad (terrestre o naval) a la que era confiada. Cada batallón, escuadrón de caballería, batería o navío de guerra tenía la suya (luego solo una por regimiento). “El soldado que pierde su águila pierde su honor, y su todo”, como sintetizó el propio Napoleón en su arenga-bronca al 4º de Línea tras Austerlitz. El águila se recibía de manos del mismo emperador y no había dos, es decir, si la unidad la perdía —para su desdoro y vergüenza— no recibía otra, a no ser que realizara alguna acción excepcional, redimiendo su pérdida, o se presentara ante el emperador con un estandarte enemigo capturado valerosamente en batalla. Para compensar, vamos.

Roman_aquila

Napoleón realizó la primera entrega de águilas poco después de su coronación. La Fête des aigles tuvo lugar en diciembre de 1804 y en ella el emperador libró un millar de águilas: 280 a regimientos de caballería, 600 a infantería, artillería y cuerpos especiales, medio centenar a la Marina —una para la dotación de cada navío de línea— y unas 180 para la Guardia Nacional, la milicia revolucionaria.  La ceremonia, en el Campo de Marte, fue muy efectista. Los representantes de las unidades, empezando por los mamelucos de la Guardia, se acercaban, Napoleón les entregaba el águila y todo entre redobles de tambor y mucho “Vive l’Empereur!”, vamos la mise en scéne que cabe imaginar, y si no mírense la pintura de David al respecto. El 4º de Chasseurs hizo voto bravuconamente ese día de plantar su águila en la Torre de Londres y todos los presentes pronunciaron el juramento de devoción al águila. “¿Juráis defenderlas con vuestras vidas?”. “Nous le jurons!”.

"Ewart, machote y notable sabreur, cayó sobre el grupo que intentaba proteger al portaestandarte, paró los ataques de bayoneta, despachó a sablazos al que cargaba el águila."

Bien, decía que yo persigo las águilas napoleónicas. Me da morbo verlas. Ahí quietas tras las vitrinas parecen casi inofensivas. Tan pequeñas e inanes. Ellas, que un día aterrorizaron los campos de batalla de Europa. Y fueron la última visión de tantos soldados, propios y ajenos. Las águilas sufrieron la suerte de los batallones que las enarbolaban: triunfaron, sufrieron, cayeron prisioneras. He visto, muchas veces, el aigle dit blessée en el museo de los Inválidos, en París, con sendos agujeros de metralla en el pecho y el ala derecha. Y las otras. He visto también a menudo el águila del 105º de Línea capturada en Waterloo por el capitán A. K. Clark-Kennedy de los Royal Dragoons en fiera lucha hand-to-hand (“cuando vi el águila di la orden: ‘¡derecha, adelante, atacad la insignia!’ y luego tras arrebatársela al oficial que la llevaba: ‘¡asegurad la insignia!, ¡me pertenece!”)Se exhibe en el National Army Museum en Chelsea, Londres, esa patria de todos los que tenemos sueños heroicos. No viene a cuento pero me resisto a recordar el día que me paseé por sus salas coloniales ataviado con una guerrera escarlata y un salacot –los proporcionaba el propio museo para sentirse por un rato parte de la delgada línea roja-, observando las reliquias de la guerra con los zulúes.

He podido ver también la otra águila tomada en Waterloo, la famosa Ewart’s Eagle, capturada bravamente al 45 º de Línea por el sargento Charles Ewart, de los Scotts Greys, durante la famosa carga de esos incomparables jinetes en socorro del 92 º de Highlanders. Ewart, machote y notable sabreur, cayó sobre el grupo que intentaba proteger al portaestandarte, paró los ataques de bayoneta, despachó a sablazos al que cargaba el águila —y eso que el principal porte-aigle solía ser un tipo macizo y resuelto, un veterano encallecido, con diez años de servicio—, se libró de otros dos y se hizo con el trofeo.  Vamos, puro Sharpe. Mi encuentro con el águila de Ewart, antes el águila del 45º, tiene su miga, no tanto, como la del encuentro del propio Ewart con ella, cierto, porque yo no llevaba sable.

Resulta que estaba de visita en Edimburgo por motivos profesionales —lo que no fue óbice para asistir al gran Tatoo, apoteosis de la gaita militar en el castillo de Edimburgo, entre otras delicias—. Fue recorriendo la fortaleza, precisamente, cuando me topé con el museo regimental de los Scotts Dragoon Guards, que conservan el águila. Me adentré a codazos en las pequeñas salas llenas de maravillas hasta dar con la vitrina: ¡y el águila no estaba! Habrá volado de vuelta a Waterloo, me dije. Pero no, una cartela informaba que estaba prestada. Demontres. ¿Iba a quedarme yo sin verla?, ¿sin contar otra águila en mi lista? ¡Y la de Ewart! No podría ser el destino tan cruel. Y no lo fue. Al contrario. El águila estaba cerquita. En el National Museum of Scotland, bajo la colina del castillo. Corrí hasta allí para encontrarme el gran regalo de que el águila del 45 º se exhibía ¡junto a la del 105!, prestada por el museo londinense. ¡Las dos águilas de Waterloo presas juntas! (con motivo del aniversario de la batalla). Casi ala con ala, refulgentes. Ni el propio Ney, tan sentimental, se hubiera emocionado tanto como yo lo hice. “La Garde recule!”, grité ante ellas, tratando de despertarlas e incitarlas al vuelo y alertando al vigilante de sala.  “Sauve qui peut!”.

"¡Vuestra águila avanza, la llevaré adelante aunque sea solo!"

Ah, las águilas. He visto las del 35º, el 95º y el 106º atrapadas por los austriacos y presas en el Museo del Ejército en Viena. La del 25º de Línea en Berlín… Otro regalo que me ha hecho la vida fue durante una visita en Amsterdam. En  la franquicia que tiene el Hermitage allí, un museo espléndido, se exhibía una exposición sobre el triángulo Alejandro de Rusia-Napoleón-Josefina y  junto a tacitas de café de la Malmaison y otras cursilerías me topé inesperadamente con ¡un águila! La del 4 º de Línea, arrebatada por la caballería imperial rusa a los franceses en Austerlitz. Otra águila al cesto.

Cómo dejar de mencionar aquí nuestra única águila, la tomada por soldados del regimiento de Navarra en puerto gallego al navío L’Atlas (que precisamente había sido el español Atlante) en mayo de 1808 y que se exhibe en el Museo Naval de Madrid. Es la única que yo sepa procedente de un barco que se conserva: generalmente, visto el disgusto que suponía para el emperador que le pillaran un águila, la tripulación solía echarla por la borda. Eso explica que los ingleses en Trafalgar no lograran ni una. Se cuenta que Villeneuve trató de lanzar la del Bucentaure sobre la cubierta del Victory para que le siguieran los suyos al abordaje, en plan el aquilífero de César en Britania. No casa mucho con la personalidad del almirante francés. Al águila de Madrid le falta el rayo de la pata.

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Historias de águilas hay muchas. La del 59 º de Línea en el puente de Reisenburg ayudó a sostener  al regimiento contra los dragones y la infantería austriaca cuando la unidad estaba aislada y su coronel caía muerto. “¡Vuestra águila avanza, la llevaré adelante aunque sea solo!”, arengó su portador. Y todo el regimiento cargó tras el estandarte. En Elchingen y en Ulm, también el grito de “¡En haut l’Aigle!” hizo avanzar regimientos enteros. Entre ellos, el 6º Ligero con Ney a la cabeza pegado al águila del primer batallón, que perdió un ala de un disparo. Tras Ulm, en Dürrenstein, ya cerca de Viena, tres águilas fueron temporalmente perdidas ante los rusos, aunque luego se las recuperó, agujereadas, de entre los cadáveres de sus defensores que las habían protegido en un heroico last stand mientras caía la noche.  El sol de Austerlitz hace brillar el fiero oro de las águilas. “Habéis decorado vuestras águilas con gloria inmortal”, espeta a sus soldados Napoleón. Bueno, pero se perdió alguna. La mencionada del 4º de Línea que me hizo tan feliz en Amsterdam. Vaya trago tuvieron que pasar los pocos supervivientes.

En la parada de la división de Soult ante Napoleón en Schönbrunn, el emperador observa mosqueado que al primer batallón del 4º le falta el águila. “Soldados, ¿qué habéis hecho con mi águila?”. Glups. El coronel explica que los coraceros rusos han aniquilado al destacamento que protegía al estandarte y a su portador. El águila ha desaparecido, qué contrariedad. “Lo siento Majestad, pero luchando fieramente hemos capturado dos estandartes austriacos, vayan a cuenta”. Napoleón se irrita. “¡Esas banderas extranjeras no me devuelven mi águila!”. Los soldados gimen, joder con el corso. Imploran un águila nueva, la defenderán —omo ya han hecho con la otra, recuerdan: el regimiento ha quedado reducido a un tercio— con sus vidas.  Napoleón no se ablanda. Y les lanza eso de que quien pierde un águila pierde su honor. Hay que ver a esos hombretones tragando saliva y llorando a moco tendido. Pero luego el emperador acepta, displicente, a regañadientes, darles otra águila. Va, venga, veo que no soy cobardes. Curiosamente, buscando infructuosamente su águila entre los restos de la batalla, el día después de Austerlitz, los soldados del 4º han encontrado ¡el águila del 24 º!, también perdida, salvando la cara de sus camaradas.

"Mención especial merece la historia del águila con corona de oro capturada en fiera mêlée en Barrosa, cerca de Chiclana, durante la guerra peninsular. "

La otra historia que me encanta de Austerlitz es la del águila salvada por un perro.  La de los Chasseurs à pied de la Guardia Imperial, nada menos. El portaestandarte cae muerto, el águila queda bajo su cuerpo, tres austriacos intentan tomarla y entonces les ataca Moustache, el perro mascota del regimiento. El can gana tiempo para que otros soldados acudan a proteger el águila, pero a costa de recibir un disparo que le arranca una pata. El mariscal Lannes premia al perro con un collar de plata. El mutilado veterano peludo tendrá una muerte de soldado en Badajoz, de un cañonazo inglés.

Podríamos seguir aquí mucho más rato explicando historias de águilas: las caídas en Eylau, entre ellas la del 14 º, que trató de salvar de los cosacos —infructuosamente— Marbot de manera parecida a la desesperada cabalgada de Melvil y Coghill con los colores del 24 º en Isandlwana; la del terrible 57º (disculparán que me vanaglorie de que es mi año de nacimiento)  condecorada con la Legión de Honor tras Borodino, la del 65 º escondida envuelta en banderas austriacas en Wagram, las del 62º y  el 22 de Línea tomadas por Wellington en la batalla de Salamanca (hasta 13 pillaron los ingleses en sus enfrentamientos con Napoleón)…

Mención especial merece la historia del águila con corona de oro capturada en fiera mêlée en Barrosa, cerca de Chiclana, durante la guerra peninsular. Era la del 8º de Línea y la tomaron, cargándose al célebre portaestandarte Guillemin, soldados del 87th Royal Irish Fusiliers. Estaba realmente tocada con una corona de laurel de oro (donada por los ciudadanos de París tras Jena), un par de cuyas hojas quedaron como souvenir en manos de Hugh Gough, comandante del 87º que luego vivió tantas aventuras en la India. Tras ser paseada como trofeo por las calles de Londres el águila se exponía en el Chelsea Royal Hospital hasta que alguien la robó en 1852. Probablemente lo hizo de la misma manera en que los valientes soldados de Napoleón las escamoteaban cuando las cosas se ponían feas: arrancándolas del asta (muchas veces todo lo que conseguía el enemigo era los palos vacíos) y escondiendo el águila bajo el capote.

Es bonito pensar que el águila de 8 º la recuperó algún viejo grognard, un brave de la Vielle Garde cubierto de cicatrices, camuflado de visitante. O al menos un entusiasta perseguidor de águilas…

 

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La luz prodigiosa

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La luz prodigiosa, novela con la que debutó Fernando Marías tras ganar el Premio de Novela Corta Ciudad de Barbastro en 1991, ha sido publicada a lo largo de veinticinco años por editoriales diversas. Nuestra atención, sin embargo, recae sobre la edición especial 25º aniversario que ha visto la luz en este 2016 bajo el sello editorial Turpial. Pocas novelas pueden presumir de poseer una biografía propia tan larga y plagada de acontecimientos. La historia de La luz prodigiosa es tan singular que merece ser contada. De hecho, aunque escrita en 1990, se trata de una novela que ha nacido tres veces, como narra el autor en el epílogo especial redactado por él mismo para esta edición conmemorativa. La primera vez fue el 18 de agosto de 1936, cuando tuvo lugar el asesinato de Federico García Lorca en Granada, del que este año se cumple el desolado 80º aniversario. La segunda vez unos meses más tarde, el 2 de diciembre de 1936, cuando el tío del autor —Luis— a la sazón soldado republicano, murió a causa de un disparo en la batalla de Villarreal, cerca de Vitoria. La tercera, un día inespecífico de 1976 o 1977, cuando un jovencísimo Fernando Marías, recién llegado a Madrid para estudiar Ciencias de la Información, vislumbra en la calle de la Montera a un mendigo de asombroso parecido a su padre. A pesar de regresar para interrogarlo, y de esperarlo en el mismo lugar durante muchos días posteriores, el mendigo jamás regresó. Este hecho dispara la imaginación del joven escritor, quien llega a la conclusión de que el mendigo sería su tío Luis, quien pudo no haber muerto en la Guerra Civil. Quizá la herida le provocara una amnesia o demencia, que explicaría que nunca se hubiese vuelto a poner en contacto con los suyos y vagase por diferentes puntos hasta que la casualidad lo coloca enfrente de su propio sobrino en Madrid, cuarenta años más tarde.

"La luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad"

Ésta es la idea básica que alienta la novela La luz prodigiosa, un final alternativo y distinto en este caso para uno de nuestros poetas más universales y admirados: Federico García Lorca. ¿Murió realmente el poeta granadino en agosto de 1936? Ésta es la pregunta que se formula Marías, llegando a la conclusión de que lo único cierto de la terrible historia que envuelve el asesinato del genial poeta es que jamás se han encontrado sus restos. Además, el siniestro suceso ha sido envuelto por tal halo de silencio y miedo que parece difícil que algún día lleguemos a saber con exactitud los detalles posteriores a su fusilamiento. De modo que se presenta como verosímil la hipótesis de un Lorca que sobrevivió a los disparos, y fue rescatado moribundo al borde de un camino por un pastor que lo salvó y lo cuidó sin conocer su verdadera identidad, con la ayuda de un médico republicano. Federico, amnésico y desfigurado, habría sido visto por última vez en 1962, aunque pudo haber vivido muchos más años, como sostiene el hilo narrativo central de la novela. La potencia dramática de la historia contenida en La luz prodigiosa fue también percibida por el director Miguel Hermoso, quien se encargó de adaptar la obra al cine. Todo ello vino a cumplir el sueño juvenil de un escritor fascinado desde su infancia por la literatura y el cine a partes iguales. La película, estrenada en 2003 y protagonizada por Nino Manfredi y Alfredo Landa, fue la primera de las dos adaptaciones al cine que posee hasta ahora la obra literaria de Fernando Marías. La segunda fue Invasor, dirigida por Daniel Calparsoro en 2012. En ambos casos, el propio autor participó activamente en la escritura del guión. En el caso de La luz prodigiosa, es obligatorio mencionar que obtuvo cuatro nominaciones a los premios Goya y varios premios internacionales —fue nombrada, por ejemplo, mejor película en el Festival de Moscú—; sin olvidar que su banda sonora fue compuesta por Ennio Morricone.

La luz prodigiosa es una novela nostálgica y vital a la vez, una indagación en la memoria que representa todo un canto a la imaginación. Como el propio autor afirma: “la luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad”. Todo un homenaje a nuestra capacidad de pensar, de soñar, de sentir. Las tres virtudes que, seguramente, nos hacen más humanos. Ahora y hace veinticinco años.

Título: La luz prodigiosa (Edición 25º aniversario). Autor: Fernando Marías. Editorial: Turpial. Edición: Papel

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El atropellador y el picoleto

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Una mañana, en Madrid y hace ya varios años, presencié una escena a la que creo haberme ya referido en otra ocasión, en esta misma página: un fulano con muy mala pinta, evidentemente empastillado hasta las trancas, amenazaba a los transeúntes con un cuchillo de notables dimensiones. Mariconas, decía. Que voy a daros a tós pa dentro, mariconas. Frente a él había dos policías nacionales de uniforme, fuska en mano, intimándolo, dicho sea en lenguaje administrativo, a deponer su actitud. Pero el otro no sólo no la deponía, sino que insultaba a los policías y a los transeúntes y amagaba dar tajos con el cuchillo. Mariconas, etcétera. Los maderos se miraban entre ellos, como diciendo qué carajo hacemos, colega, y ninguno se decidía a meterle en el cuerpo a aquel pájaro un balazo que lo dejara seco. Sabían la ruina que les caería encima como apretaran el gatillo. Y claro. Consciente del asunto pese al colocón que llevaba, el fulano del baldeo, tras amenazar un poquito más, salió corriendo de pronto como un cohete, seguro de que nadie lo iba a parar en serio. Los dos policías corrieron detrás, desaparecieron los tres de mi vista, y no sé en qué acabó la cosa, pues al día siguiente no leí nada en los periódicos. Supongo que no lo pillaron. O sí, cualquiera sabe. Pero recuerdo muy bien lo que me quedé pensando: para nada quisiera estar en la piel de esos dos pringados. De esos dos policías.

Me acordé ayer de eso, varios años después, al enterarme de que el Tribunal Supremo acaba de absolver a un guardia civil que en 2009 –estamos en 2016– mató de tres disparos, al término de una accidentada peripecia automovilística, a un fulano al que él y sus colegas picoletos habían estado persiguiendo a toda leche, con los pirulos azules destellando y las sirenas haciendo pi-po, pi-po, por las provincias de Ávila, Toledo y Madrid, después de que el pavo se saltara un control policial y provocase varios accidentes en su fuga, y para acabar la fiesta intentara rematar en el suelo, atropellándolo por segunda vez, a un agente que estaba herido. Cosa que impidió el compañero del atropellado, soltándole cuatro tiros al malo, de los que tres hicieron blanco y se lo llevaron directamente al otro barrio.

Siete años, oigan. Se dice pronto. Ante ese caso clarísimo, probado con todas las de la ley, o sea, que dio matarile a un elemento peligroso en defensa de la vida de un compañero, el picoleto de los tiros ha estado judicialmente empapelado durante siete años, nada menos. Los cuatro primeros como imputado, lo que significa que durante ese tiempo su vida profesional estuvo estancada, sin posibilidad de ascensos ni recompensas. Luego, el calvario de recursos, contrarrecursos y citas judiciales, que le costaron un año y medio de baja por depresión, y el resto de zozobras, abogados, informes periciales y puñetas administrativas durante las que jueces de diversas instancias, hasta llegar al Supremo, anduvieron dilucidando si impedir que atropellen por segunda vez a un guardia civil es legítima defensa o agresión fascista, si los disparos se hicieron desde tal o cual distancia, si el vehículo tenía metida la primera o la segunda marcha, o si -lo que convertiría el acto de liquidar al malo en descarado abuso policial- éste había sido diagnosticado con anterioridad de trastorno bipolar, y en el momento de la persecución y el atropello sufría un lamentable brote psicótico. La criatura.

Siete años, insisto, ha empleado la lentísima Justicia española en decidir si un guardia que con todos los motivos del mundo se carga a un malo en acto de servicio es culpable o inocente. Siete años pendiente de un hilo, de zozobra y ruina, durante los que al agente en cuestión se le ha reventado la carrera y parte de la vida por utilizar –con óptima puntería, por cierto, detalle que no ha elogiado nadie– la pistola reglamentaria que el Estado le confió para que defendiera a los ciudadanos y a sí mismo en el desempeño de sus funciones. Y por ahí seguimos, incapaces de apreciar lo obvio: que del mismo modo que quien se extralimita de gatillo o de placa debe sentir encima todo el peso de la ley, a quien cumple su deber no se le puede maltratar de esa manera. Porque así, cada vez más, nos arriesgamos a que frente al fulano del cuchillo, ante el atropellador, ante el malo que siempre estará ahí, beneficiándose de nuestros derechos y libertades, pero también de nuestra estupidez y nuestra demagogia, el guardia al que le toque, aunque sea honrado y valiente, deje la pistola en la funda, mire hacia otro lado y piense: «Anda y que os proteja vuestra puta madre».

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Publicado en XL Semanal el 14 de agosto de 2016.

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Olvida lo que crees que eres…

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…y olvida que eres un ser humano.

Mírate en el espejo. ¿Qué ves? ¿Piel, músculos, pelo? No son más —ni menos— que células y sus productos; entre ellos, proteínas.

Limítate a pensar en ti como un conjunto de células agrupadas, especializadas, que —coordinadas— trabajan juntas. Asume esta simplificación para poder entender por qué eres como eres.

La especialización de tus células, las diferentes funciones que realizan, genera tal versatilidad que permite crear organismos tan complejos como el que ahora mismo tienes frente al espejo. Sí, asúmelo, tú que siempre te habías considerado una persona normal, resulta que no: eres un ser complejo.

"La teoría de la evolución a través de la selección natural, explicada de forma paralela e independiente por Alfred Russel Wallace y Charles Darwin, es un hecho demostrado."

«Ojalá yo fuese tan versátil como mis células», susurra alguien a mi espalda mientras aporreo el teclado en la biblioteca. Me giro, es un joven con un tocho de apuntes que me muestra a modo de disculpa: está opositando. «Lo eres», le respondo. Arquea las cejas sorprendido y se marcha con una sonrisa en el rostro.

La versatilidad, esa capacidad de adaptación a la función adecuada, es la que nos ha traído hasta aquí. Versatilidad, variabilidad, adaptación… ¿no lo hueles? Es el aroma de la evolución, es la esencia de nuestra Historia. Los seres vivos no surgimos de la nada. Existe un origen y un proceso de cambios que han permitido la existencia de una gran cantidad de especies —la biodiversidad— y la evolución del complejo organismo en el que te has convertido y que ahora mismo, sorprendido, se ve reflejado en el espejo.

Estos cambios, protagonistas de tu historia, de convertirte en lo que eres, están mediados por la presión selectiva a la que nos hemos visto sometidos (y lo hacemos en la actualidad) en los distintos entornos en los que nos ha tocado vivir. Una presión que afianza dichos cambios en aquellos que se adaptan. Sobra decir lo que sucede si no te adaptas.

Esto no es nada nuevo. La teoría de la evolución a través de la selección natural, explicada de forma paralela e independiente por Alfred Russel Wallace y Charles Darwin, es un hecho demostrado.

Pero lo que Wallace y Darwin no supieron discernir es qué produce dichos cambios, a qué se debe la variabilidad que ha permitido la explosión de vida actual. La respuesta se conoce como mutación: cambios en el ADN. Para ser más exactos, las mutaciones son cambios que se producen en los genes, las unidades funcionales del ADN que almacenan la información y desde la cual surgirán las moléculas que nos definirán: las proteínas. Muchas de estas mutaciones no producirán efecto alguno, pero otras generarán alteraciones tan profundas que podrán llegar a afectar a la proteína que se sintetizará a partir de ese gen.

"Pese a lo que se pensaba inicialmente, los efectos de los genes no son irreversibles. Y la epigenética, una disciplina nada nueva pero en auge, ha llegado para derribar el muro del determinismo genético."

Las proteínas, como consecuencia de estas drásticas modificaciones, serán diferentes, y el resultado puede ir desde una posible alteración que acabe con la muerte de la célula hasta una ventaja con la que no contábamos, y que permita a ese grupo de células sobrevivir en unas condiciones determinadas, tal vez nuevas e inesperadas.

Dicen que la familia no se elije. Los genes tampoco, al menos de momento. Así que se supone que eres lo que tus células deciden por ti, lo que tus genes dictan, irremediablemente. ¿O no?

Obviamente, la respuesta es no. ADN, genes, proteínas, cambios, evolución, herencia. Todo perfectamente imbricado por el bioquímico y guionista Carlos Romá en su libro La epigenética. Una obra que te hará perder el miedo a hacerte preguntas, un libro en el que comprenderás que no solo eres aquello que impone tu ADN, un texto en el que encontrarás que los mecanismos de las células, de tus células, hacen que seas un ser tremendamente complejo.

«Somos algo más que los efectos de los genes en el organismo», vino a decir Conrad H. Waddington consciente de que tenía que haber algo que influyera en la variabilidad y diversidad en la adaptación de las poblaciones. Cuanta razón tenía el filósofo y científico escocés. Pese a lo que se pensaba inicialmente, los efectos de los genes no son irreversibles. Y la epigenética, una disciplina nada nueva pero en auge, ha llegado para derribar el muro del determinismo genético y deducir los mecanismos a través de los cuales se explica un nivel extra de regulación genética.

Desde hace mucho tiempo la genética se ha encargado de dilucidar por qué heredamos el color de ojos, el del cabello o qué esconde el misterioso ADN mitocondrial que solo heredamos de la madre. Pero existe algo que va más allá de la genética y que la ciencia trata de desentrañar.

¿Puede heredarse la pasión por el fútbol o el miedo a las arañas?

portadaLos condicionamientos externos (el ambiente) pueden dejar marcas en los genes sin que el ADN sufra mutaciones, y estas marcas pueden alterar la función de proteínas, marcas que —incluso— podrían heredarse. Si nos quedásemos ahí, en la superficie, Lamarck estaría frotándose las manos al leer esto (si no llevase muerto casi 200 años). Pero nada más lejos de la realidad. No nos dejemos llevar por el sensacionalismo y centrémonos. Esto no quiere decir que sea el ambiente el que determine lo que somos, porque al final los genes tienen la última palabra, pero sí puede hacer modificaciones que en muchos casos no sabemos cómo nos van a afectar.

Lo que eres y lo que podrías llegar a ser no solo está en las respuestas que ya tenemos, también en las preguntas que nos hacemos.

Olvida lo que crees que eres… forma parte de la colaboración de Principia con Zenda. Ilustración de Ángela Alcalá.

Autor:Carlos Romá Mateo. Título: La epigenética (Colección ¿Qué sabemos de…?) Editorial:Los libros de la Catarata; Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Edición:  Papel

La Epigenética
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Prólogo de El Quijote de Wellesley, de Javier Marías

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Prólogo de El Quijote de Wellesley, una mirada inédita y magistral de Javier Marías sobre la obra más importante escrita nunca en español. Este libro recoge las notas inéditas escritas por el escritor español para una clase magistral sobre el Quijote impartida en Wellesley College, Massachussetts, en 1984.

***

Los textos que se ofrecen a continuación no fueron escritos para ser publicados, sino como preparación para un curso sobre el Quijote queme tocó dar en Wellesley College (Massachusetts) hace casi treinta y dos años, entre septiembre y diciembre de 1984. Tenía yo entonces treinta y tres recién cumplidos, así que quien tomó estas notas probablemente sea otro distinto de quien, abusivamente, las entrega ahora a la imprenta.

Wellesley College es una reliquia de Universidad, ya que debe de ser una de las pocas hoy existentes (todavía hoy, creo) en las que el alumnado es exclusivamente femenino. Por un verdadero azar, allí pasé el primer año de mi vida (exceptuando el primer mes madrileño), en 1951-52, ya que fue la primera Universidad estadounidense que contrató a mi padre, Julián Marías, durante un curso entero. De hecho, él voló hasta ese destino el mismo día de mi nacimiento. Solía decir que le dio tiempo a estrecharme la mano antes de coger el avión y poner por medio tierra y océano. Un mes después se me metió a mí enuno de esos aparatos, junto con mi madre, Lolita Franco, y mis hermanos Miguel y Fernando. Antes que mi padre, en Wellesley habían enseñado también Vladimir Nabokov y Jorge Guillén. Mi familia ocupó el mismo piso que el poeta español, justo debajo del que en su día había ocupado el novelista ruso. Así pues, no coincidí en el tiempo con ellos, pero sí en el espacio, que es el principal depositario del tiempo ido.

Mis alumnas de 1984, que en principio sabían poco de la España del siglo XVII y poco, por tanto, también de Cervantes, resultaron ser muy listas y exigentes y me obligaron a esforzarme, tanto en el curso sobre el Quijote como en otro que impartía, de Teoría de la Traducción. De lo único que estoy seguro es de que jamás leí el Quijote con más atención y cuidado, los que requiere tener que explicarlo y comentarlo luego.

Dudo mucho que estos textos, apuntes o notas merezcan la publicación. Pero si algún año puede ser benévolo con cuantas aportaciones haya a la figura y la obra de Cervantes, a buen seguro es este del cuarto centenario de su muerte. Pese a la tradicional desidia gubernamental en materias culturales, no me cabe duda de que en 2016 habrá a la postre conmemoraciones y contribuciones valiosas. Tampoco de que habrá —es el signo de nuestros tiempos— muchísimas tonterías «cervantinas». Así, quiero creer que este brevísimo y modesto volumen no llegará a ofender a nadie y pasará inadvertido entre tanto fasto. Mi intención al publicarlo es no regatearle a Cervantes un solo homenaje, por azaroso y pobre que sea este. Y cabe la posibilidad de que algunos lectores o estudiantes españoles de hoy se anima leer o releer el Quijote en la compañía de aquel semijoven de treinta y tres años, de manera parecida a como lo hicieron aquellas alumnas de Wellesley que serán ahora mujeres de mediana edad.

Una exigua selección de estos textos vio ya la luz en 2005, en una revista de difusión muy escasa que me pidió «algo inédito» para uno de sus números. Y como entonces se cumplían los cuatrocientos años de la aparición de la Primera Parte del Quijote, no me pareció muy injustificado mostrarlos. La actual publicación completa de estas notas quizá lo esté más, pero en ningún caso harán daño, o tan sólo a mí mismo. Recorren el Quijote casi capítulo a capítulo, aunque en algunos me extendí mucho, y llegué a escribir «minitextos» articulados, y en otros poco o nada. Lo que se ve a las claras es cuáles fueron mis intereses en aquella lectura, y cuáles son mis motivos para considerar esa novela la más rica y compleja que jamás se haya escrito. Me temo que esos motivos míos no coinciden demasiado con los de la mayoría de mis colegas novelistas, pretéritos o contemporáneos. Si algo prueba la vigencia del Quijote es la infinita cantidad de lecturas que de él pueden hacerse, a menudo opuestas y contradictorias. Esta es la mía, que no ha variado sustancialmente desde 1984.

el quijoteEl lector o el estudiante que tengan a bien acompañarme en ella, por curiosidad o por coleccionismo, sabrán disculpar que en estos textos no haya excesivo cuidado ni «voluntad de estilo» alguna. Los tecleaba a gran velocidad, en una máquina prestada, sin eñes ni acentos si mal no recuerdo, en 4 Horton House, 666 Washington Street, donde vivía, con vistas a dar mis clases y sin el menor propósito de que los leyera nadie. Ni siquiera aquellas perspicaces jóvenes de Wellesley College, lejanas sucesoras de alguna que, según cuentan las leyendas del lugar, le inspiró parcialmente a Nabokov su personaje más célebre, Lolita, a la que, dicho sea de paso, cuesta imaginar muy atenta en un aula.

J M
Febrero de 2016
El Quijote de Wellesley

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Autor: Javier Marías. Título: El Quijote de Wellesley. Editorial: Alfaguara. Edición: Papel y Kindle

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Ángeles subterráneos (2): Allen Ginsberg

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MADRID 1993

Nací por lo visto, o por lo escuchado a mi abuela, dando aullidos. Otro misterio más de mi familia. De mi madre, concretamente. Para saber cosas sobre mi primera infancia, siempre tuve que consultar a mi abuela. Mi madre no se acordaba de nada. Ni siquiera de la hora en que nací aquel día de septiembre en la ciudad del norte. Mi madre era esencial. Mi abuela, precisa. Aullaste a las cinco y diez de la mañana.

Y a esa hora más o menos, otro día de ese mismo otoño de 1956, debió acabar en San Francisco la juerga que siguió al recital en el que un joven de apenas treinta años se atrevió a leer por primera vez un largo poema titulado Aullido. El poeta con algunas copas de más se llamaba Allen Ginsberg, el lugar era la Six Gallery, y entre el entusiasta y colocado público que de pronto comenzó a corear y jalear al debutante como si se tratara de un músico de jazz, se encontraba Jack Kerouac.

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, / hambrientas histéricas desnudas / arrastrándose por las calles de los negros al amanecer / en busca de un colérico pinchazo… 

"Lo que no pude sospechar nunca es que un día, cuarenta años después de ser escrito, escucharía Aullido declamado en directo por su propio autor."

No recuerdo en qué edición ni a lomos de qué intemperie pasajera me atropelló la lectura de Aullido muy a principios de los ochenta. Pero sí que no pude soltarlo de mi mano durante varias semanas, completamente abducido, y que su arrolladora digestión echó por tierra casi toda mi herencia poética, obligándome a quemar a lo bonzo hasta mis versos más amados y desangelamados hasta aquella fecha. La suerte estaba echada y Los Hijos de la Ira tenían ahora un nieto literario a la altura de mi tiempo, lejos de aquella sórdida posguerra española de Dámaso Alonso que tanto me atrapó en su momento. Quizás me sentí transportado de golpe a otra forma de gritar, sintiéndola más mía, o más sencillo aún, había llegado por fin la hora de hacer compatibles la queja y el carpe diem y abandonar de una vez por todas los lastres recibidos y constreñidos por vía exclusivamente carpetovetónica.

Porque aquellos tipos no gemían, aullaban. No preguntaban amargados, desengañados o ya casi ateos del todo al Dios único el porqué de la injusticia. Simplemente lo habían arrumbado a un lado y sustituido por otra adoración nocturna. Otra espiritualidad, con paraísos por fin no prometidos, sino a ras de tierra: droga, alcohol, sexo, madrugada, poesía…, Bebían, vivían, amaban, rugían con júbilo de antro en antro, y escribían, escribían, escribían sin césar,  a todas horas. Violentos, salvajes, insomnes, frágiles, felizmente incorrectos, combatían el mundo que les rodeaba celebrándolo al tiempo. Llamaban a las cosas por su nombre.

Lo que no pude sospechar nunca es que un día, cuarenta años después de ser escrito, escucharía Aullido declamado en directo por su propio autor. Uno cree siempre que sus mitos han muerto, o que aguardan como mucho el tránsito en un limbo letal, apartados del mundo, con su legado a salvo, ya intocable. Pero esta vez no era así. Como tampoco eran creíbles los setenta y tres años de Allen Ginsberg cuando una sala abarrotada con más de trescientos poetas y lectores y allegados  a  la poesía, se quedó estupefacta al comenzar a escuchar a un ser que, en apenas tres poemas o canciones o himnos, o vaya usted a saber —porque se trataba sin duda de un género literario distinto al mamado en nuestra educación sentimental—, nos demostró que era, y con mucho, el más joven de todos nosotros. Existe una grabación en Ediciones del Círculo de Bellas Artes para poder demostrarlo.

Aullido, Allen Ginsberg

Aquel animal poético, inaudito, diabólico, celestial, que recitaba, cantaba, clamaba y aporreaba sucesivos instrumentos musicales mientras nos animaba a seguir y entender el ritmo de sus poemas como si cada palabra fuera un  latido del corazón, tiger, tiger, tigerEl tigre más hermoso, desnudo y radical que jamás encontré en la selva. Father death, father death, father deathLa percusión del poema acaba de estremecerme ahora mismo de nuevo al escucharlo. Su Blues del Padre muerto…. El tigre más tierno. Y así un poema tras otro aquella noche, Suck tit,, suck clit,, suck cock teta, clítoris, polla… hasta la apoteosis.

Soy de emoción fácil y siempre me avergüenzo un poco, sólo un poco, cuando se encienden de bruces las luces al final de la película y me descubro de pronto el único mar de lágrimas que habita la sala. Por eso fue tan cómplice y hermoso cuando me giré tímidamente hacia un lado y descubrí sentado a mi izquierda al poeta gaditano José Ramón Ripoll con sus mejillas arrasadas y unos ojos inmensos, como de buey feliz, y en paz, y encinta.  Recién nacidos todos. Extraordinario.


 

 

 

Serie de artículos de Fernando Beltrán que tiene como eje vertebrador el número extraordinario que la revista El Hombre de la Calle dedicó a los poetas de la generación Beat Gary Snyder, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y Gregory Corso.

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En el cajón de arena: Una historia del juego de guerra

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Quería llamar a este artículo “A ver si descubrimos cómo es que el enano cabrón nos da la del pulpo una y otra vez”, pero el responsable de la web, que es un profesional, dice que títulos TAN largos no quedan bien. OK, OK. Zapatero, a tus zapatos, y todo eso…

Poniéndonos puristas, juegos simulando una batalla han habido desde prácticamente el inicio de la civilización tal y como la entendemos. Eran juegos tácticos y abstractos en mayor o menos medida, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días: el Chaturanga indio, el Ajedrez (evolución del anterior), el Wei-Hai (más conocido actualmente como “Go”). Poniéndonos más puristas aún, fueron los romanos los primeros en representar con tierra el campo de batalla, y poner figuras talladas representando a las tropas. Pero eso no tenía nada de juego. Era simplemente una manera de planificar la batalla y de dar instrucciones a los mandos.

"...fueron los romanos los primeros en representar con tierra el campo de batalla, y poner figuras talladas representando a las tropas..."

Algún lumbreras redescubre en el siglo XVII estas simulaciones y explicaciones de batallas y las aplica a la educación militar. La idea cuaja y pronto todos los jóvenes príncipes europeos se acostumbran a empujar figuritas por mapas siguiendo las indicaciones de sus preceptores: Más que nada, porque es menos caro que provocar una guerra, y no se corre el peligro de que una bala de cañón despistada se lleve por delante a un futuro monarca… Federico el Grande de Prusia animó a sus oficiales del Estado mayor a instruirse así… Y así nos fue a los europeos la Guerra de los Siete años, que el tal Federico cosechó muchos éxitos militares, vale… pero que se saldó, según los cálculos de los historiadores, con entre 1.150.000 y 1.500.000 muertos ( de los que más de la mitad fueron civiles, por cierto). El problema, claro, es que los que aprenden así se acostumbran a ver a sus soldados como figuritas. Que agitan bracitos y piernitas, pero figuritas. Al fin y al cabo, desde el puesto de mando tampoco se ve la sangre, precisamente…

 

Bueno, volvamos a los juegos… En 1664, en la ciudad alemana de Ulm, Christopher Weickmann publica un juego llamado “Koenigspiel”. Básicamente un ajedrez, pero con mayor diversidad de fichas. En él se inspiró un tal Helwig, maestro de pajes del Duque de Brunswick, para diseñar en 1780, un enorme tablero ¡de 1.666 casillas! en el que se movían 120 piezas por bando que representaban los ejércitos, a las que había que añadir 200 piezas más que simular fortificaciones. La innovación es que las casillas del tablero no son iguales: están pintadas de diferentes colores que representan distintos tipos de terreno.

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Si el tamaño del tablero les parecía exagerado no sigas leyendo, que lo grande se puede hacer aún más grande: En 1797 Georg Venturini (o Vinturinus), un escritor militar de Schleswig (Jutlandia del sur) publica un reglamento para un juego en un tablero de ¡3.600 casillas! Las figuras representan a 1.800 brigadas de infantería y caballería, así como a 800 baterías de artillería. Y el juego incluye reglas de logística. El terreno representa un terreno real (una porción de terreno entre Francia y Bélgica), las fichas unidades contemporáneas. De lo abstracto se ha pasado a lo concreto, de la simulación de una batalla a la recreación de la misma.

"En 1797 (...), un escritor militar (...) publica un reglamento para un juego en un tablero de ¡3.600 casillas! Las figuras representan a 1.800 brigadas de infantería y caballería, así como a 800 baterías de artillería. (...) De lo abstracto se ha pasado a lo concreto, de la simulación de una batalla a la recreación de la misma."

Y por fin llegamos a 1811 y al protagonista de nuestra historia: el Kriegsspiele.
Napoleón está en su máximo esplendor y parece imparable. Un consejero de guerra civil en la corte prusiana, el barón Von Reisswitz, desarrolla un juego de guerra no sobre un tablero, sino en un cajón de arena, a la manera de los romanos, para simular las curvas de nivel y accidentes del terreno. Y usa una escala muy específica: 1:2373. También incluye representación física de los objetivos y los centros de mando. El juego se hace popular en la corte prusiana primero y rusa después, pero no tiene aceptación entre los militares (más que hartos de que todos los petimetres de la Corte se volvieran estrategas de la noche a la mañana con ese juego de mierda y les dijeran cómo tenían que darle sopas con honda, al tal Napoleón)

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En 1824 el hijo de Reisswitz, George Heirich Rudolf Johann Von Reisswitz, (por aquel entonces subteniente de la Guardia de Artillería Imperial) presenta su propia versión del juego de su padre. El juego se llamaba “zur Darstelling militarische manuver mit dem apparat des Kriegsspiels” (Instrucciones para la Representación de Maniobras Tácticas Bajo el Disfraz de un Juego de Guerra, por si tienen el alemán un poco oxidado). Incluye mapas topográficos y reglas específicas según las condiciones del campo de batalla. No es tanto un juego como un simulador táctico de combate, y como tal lo entiende el Príncipe Prusiano Wilhem, que recomienda las reglas al General en Jefe del Ejército Prusiano, el General Von Muffling, que tras comprobar que, efectivamente, era un excelente entrenamiento para la guerra fomentó su uso entre los oficiales. Un joven subteniente llamado Helmuth fue particularmente entusiasta con el juego, y fundó un club, el “Kriegerspieler Verein”, que pronto fundó su propio periódico. Cuando Helmuth fue ascendido a Jefe de Personal del Ejército promovió su afición desde arriba.

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¿El nombre completo de ese tal Helmuth? Helmuth von Molkte. El Mariscal de campo y jefe del Estado Mayor Prusiano que derrotó a Dinamarca en 1865, a Austria en 1866 y a la todopoderosa y teóricamente invencible Francia en 1870.

"No es tanto un juego como un simulador táctico de combate, y como tal lo entiende el Príncipe Prusiano Wilhem, que recomienda las reglas al General en Jefe del Ejército Prusiano

"

¿Y el joven subteniente Von Reisswitz? Lamentablemente, no vivió para ver tales triunfos de su juego. Víctima de las envidias de sus superiores, fue destinado a languidecer a la fortaleza de Torgau, un auténtico exilio en el que acabaría suicidándose en 1827.

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La búsqueda de nuevos mitos

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En su libro superventas Sapiens. De animales a dioses (DEBATE, 2014) Yuval Noah Harari asegura que los humanos dejamos de ser un animal insignificante hace 70.000 años, cuando empezamos a generar mitos, relatos capaces de unir a un buen puñado de individuos alrededor de un interés común, historias que se convirtieron en creencias compartidas. Según el autor, la ficción y el chismorreo nos definen y dan coherencia a todo lo que hacemos, incluso a la ciencia, ya que aunque está firmemente anclada en la realidad se ve condicionada por ficciones compartidas como el dinero o las ideologías.

El sector al que me dedico, la comunicación, está muy despistado con esto de los cambios tecnológicos, como tantos otros. Ahora que estamos en verano, las webs especializadas no paran de recomendar supuestos ensayos sobre las tendencias que dominarán el futuro, sobre las etiquetas de moda que aspiran a definir nuestro trabajo durante los próximos años. En realidad, siguiendo la tesis de Yuval Noah, no son ensayos, son libros de ficción pura y dura, mitos que nacen apresuradamente aspirando a convertirse en creencias compartidas.

En tiempos de cambio algunas ficciones arraigadas en la intersubjetividad flojean. Es algo que le sucede, por ejemplo, a las ideologías o a las religiones. En momentos así, la carrera por generar relatos capaces de coordinar el esfuerzo del personal en una nueva dirección es frenética, por eso es más importante que nunca ser críticos con lo que nos cuentan, no vaya a ser que acabemos compartiendo unas creencias poco convenientes.

La realidad cambia a golpe de ficción, así que quizá lo más adecuado sea dejar un hueco entre tanta literatura empresarial a los modelos narrativos que siguen siendo efectivos. Las novelas, las películas o las series están ahí para echarnos una mano en la creación de esos nuevos mitos.

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Morir con las mallas puestas

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Hans Graf Dietrich von Hülsen-Haeseler reunía en sus apellidos tanta alcurnia como esdrújulas. Su padre fue el general Hermann Alexander Hans Kasimir Botho von Hülsen;  y su madre, la duquesa Helena Dorothea Wihelmine von Haeseler. O sea que el muchacho se salía de noble y de sencillo.

Cuando se tiene un padre general prusiano y una madre aristócrata calvinista, uno suele volverse militar, cortesano o tonto. Dietrich, con gran tino, se dedicó a los dos primeros oficios, aunque no le faltaba disposición para lo último.

La milicia lo trató bien, porque los nobles del II Reich vinieron al mundo para triunfar. En el orden prusiano, sólo los de sangre azul y los muy ricos (venían a ser los mismos) podían acceder al Gymnasium, la enseñanza superior, y convertirse mandatarios civiles o castrenses. Si eras un bitongo, ya tenías grado de oficial.  Pero si eras muy pijo, caso del buen Dietrich, sentabas plaza de teniente al 1º Regimiento de Granaderos de la Guardia, más conocidos como Granaderos del Emperador Alejandro.

"Sin cuestionar sus dotes marciales, su más señalado mérito al servicio de su majestad imperial, fue sepultar el llamado “asunto Eulenburg”. "

La unidad de Von Hülsen-Haeseler intervino en la guerra franco-prusiana,  integrada en las fuerzas del denominado Ejercito del Somme, participando en la batalla de Sedán y el posterior Sitio de París, asedio concluido cuando el hambre rindió de muerte a los parisinos de a pié. (Los ricos pasaron menos gusa porque se zamparon la colección zoológica del jardín de Las Tullerías). Tras ambos episodios, nuestro héroe evitó desplancharse el uniforme en campaña, orientándose hacia el Estado Mayor.

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Ahí le fue aún mejor. Tipo bien plantado, con apenas 23 años, de modales pulcros y hablando idiomas; su gran amigo, Willy, el káiser Guillermo II, le nombraría su edecán. Luego siguió ascendiendo y se desempeñó como agregado militar en Viena (no era cosa de elegir embajada en un sitio chungo) para, años más tarde, convertirse en Jefe del Gabinete Militar Imperial.

Sin cuestionar sus dotes marciales, su más señalado mérito al servicio de su majestad imperial, fue sepultar el llamado “asunto Eulenburg”. (En síntesis: un escándalo de la época, donde el editor Maximiliano Harden acusó al egregio príncipe Felipe de Eulenburg-Haterfeld y a varios miembros de la llamada Mesa Redonda de Liebenberg, el círculo intimo del emperador, de perder aceite cosa mala).

Dietrich_von_Hülsen-Haeseler_(BerlLeben_1908-11)El tema era gravísimo porque el artículo 175 del código penal prusiano establecía rigurosos castigos para los “sodomitas”, como los denominaba en su texto. Además de acusarlos de coser para la calle, Harden atribuía a esos “enfermizos tardorrománticos” (sic), todos los males y reveses del país. Así pues, el ya general Von Hülsen-Haeseler puso manos a la obra, logrando acallar tal conmoción en las páginas de la prensa nacional y minimizar sus efectos en pasillos de cuarteles y ministerios.

Curiosamente, este militar tan poderoso y afín al orden establecido, iba a cometer una torpeza que marcaría su memoria para siempre. El káiser Guillermo aceptó una invitación a una partida de caza en la Selva Negra y, entre la comitiva imperial, figuraba el buen Dietrich, a la sazón con 56 tacos de almanaque ya. Como conocía bien los gustos de káiser, el general decidió obsequiarle con un espectáculo muy en boga entre la aristocracia germana: una actuación de índole homoerótica.

"La prensa inglesa narró, sin embargo, el suceso con deleitosa complacencia, mientras pintaba al finado embutido en tutú de plato y ceñido con una diadema. Un retrato inexacto y malicioso, a todas luces."

El íntimo bataclán no tenía desperdicio. Ese talludo mariscal de campo, con porte de percherón, salió a escena vestido de bailarina, ejecutando saltos, piruetas y lanzando pícaros besitos a la concurrencia. Su éxito fue arrollador. Literalmente, de muerte.

tres emperadores Mientras agradecía la ovación del selecto público, a Dietrich, sofocado y acalorado, le sobrevino un infarto y la diñó allí mismo, travestido en nínfula, ante el pánico del káiser, quien ahuecó el ala, dejándolo sobre el terreno en plan reinona yerta.

Los cotidianos alemanes fueron obligados a publicar una nota oficial, atribuyendo el óbito a un sincope durante una cacería. La prensa inglesa narró, sin embargo, el suceso con deleitosa complacencia, mientras pintaba al finado embutido en tutú de plato y ceñido con una diadema. Un retrato inexacto y malicioso, a todas luces.

Miranda Carter, amena historiadora, afina bastante más en su libro The three emperors (Penguin, 2009). En realidad, el general caído se tocaba con un gracioso airón y vestía un tutú taglioni rosa con falda larga de gasa y leotardos. Un atuendo del cual sólo pudo ser despojado con gran esfuerzo, porque cuando decidieron retirarlo del escenario, el cadáver presentaba ya rigor mortis.

En fin, ya saben, como decía Quinto Horacio Flaco: “odio al vulgo profano y me aparto de él”.

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Entrevista a Martín Caparrós en Confabulario

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Guillermo Roz entrevista al escritor argentino Martín Caparrós en el nuevo número de Confabulario, el suplemento cultural de El Universal de México. El autor de El hambre da su visión de Latinoamérica en esta conversación.

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) habla lento. Piensa las frases como si las estuviera escribiendo. Caminó por casi cien países haciendo periodismo y literatura, y parece que nunca se hubiera movido demasiado lejos de esa taberna madrileña en la que conversamos. En la mesa coloreada por la luz que entra a través de los vitrales nos acompañan un ejemplar de Lacrónica (Círculo de Tiza), su compendio de crónicas y meditaciones sobre las mismas, y Echeverría (Anagrama), su particular biografía novelada del primer poeta argentino. Somos argentinos, conversamos en España, empezamos la charla hablando de México.

¿Cómo fue que Echeverría, tu última novela, nació en México?

Fue en la Feria de Guadalajara de 2014. Estaba en la mesa en la que esperaba que empezara la actividad, me puse a hojear El Matadero, la que finalmente fue la obra más recordada de Esteban Echeverría. Era un libro que yo no tenía en mis manos desde la escuela secundaria, un libro de esos que te hacen leer en Argentina. Y me puse a leer y me di cuenta de que el autor en cuestión era un cronista del carajo, y después pensé que Echeverría era como el primer antiperonista de la historia argentina, cien años antes de que existiera el peronismo. Lo segundo que vi es que a los veinte años se había ido a París cinco años, igual que yo. Y después me topé con una idea que me impresionó mucho, que es la de un tipo que decide crear una literatura nacional. En general las literaturas existen ya. Por ejemplo, si uno piensa en México puede pensar en códices mayas o aztecas, puede pensar en Sor Juana o en diferentes genealogías. En cambio, lo de Argentina es diferente, era un espacio vacío donde además, se quería rechazar todo lo español, no había bases.

¿Echeverría fue también una excusa para hablar del nacimiento de la Argentina?

Sí porque el libro habla también del inicio del primer gran régimen que marcaría la historia de la política argentina, que es el de Juan Manuel de Rosas, que si uno lo mira desde el presente tiene una cantidad impresionante de semejanzas con el peronismo.

La vida de Echeverría y la joven Argentina tienen algo de una empresa que no llega a fraguarse, ¿se parecen?

Sí porque Echeverría está en una encrucijada rara entre ser un tipo de las pampas, de la barbarie y, por otro lado, es una persona que quiere inscribirse en la civilización, que estudia en París, que quiere organizar una literatura nacional, que hace un programa de gobierno a largo plazo, que vive en ciudades cuando puede. Es la gran y famosa encrucijada de la nación argentina: civilización y barbarie.

Y además es la historia de un fracaso, ¿no?

Sí, claramente. Y de una confusión que siempre me resultó interesante: esto de cómo un autor es incapaz de juzgar sus propias obras. O sea, el fracaso tiene varios estamentos: muere solo y pobre y en el exilio, a los 45 años, pero por otro lado, su propia literatura fracasa porque los grandes poemas románticos que imaginó que serían su gloria, fueron celebrados cuando se publicaron en ese momento y nunca más se leyeron ni se recordaron. Y en cambio, ese pequeño texto que se llamaba El Matadero, que Echeverría ni siquiera quiso publicar porque le parecía que no estaba terminado, que le faltaba arte, es lo único que se sigue leyendo. Es lo mismo que le pasó a Cervantes, quien pensaba que Persiles y Sigismunda sería su obra más recordada, o Voltaire, quien escribió grandes tragedias en verso que nadie lee.

Pincha aquí para leer completa la entrevista a Martín Caparrós

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Alfonso Armada

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Conocí a Alfonso en una cena con amigos en común. Me pareció un tipo con una gran humanidad, sentido del humor y carisma.

Reportero de guerra, periodista, escritor, lector compulsivo, y una mente totalmente hiperactiva, así es Alfonso, un tipo singular donde los haya, apasionado de los viajes, las máscaras africanas y de Franz Kafka.

Amante de los libros, las historias y el papel.

Alfonso Armada

Alfonso Armada (Vigo, 1958) es periodista. Ha trabajado 14 años en El País (cinco años como corresponsal para África), y lleva 15 en ABC (seis años como corresponsal en Nueva York, y durante seis ha sido director del Máster ABC/UCM). Desde septiembre de 2015 es director de ABC Cultural. Es también editor de la revista digital fronterad.com, que salió a la red en noviembre de 2009. Ha publicado, entre otros, los libros: Cuadernos africanos (Península, 1998 y 2002), El rumor de la frontera (Península, 2006), Nueva York, el deseo y la quimera (Espasa, 2007), Diccionario de Nueva York (Península, 2010), Mar Atlántico. Diario de una travesía (Alento, 2012), Fracaso de Tánger (Valparaíso, 2013), Sarajevo. Diarios de la guerra de Bosnia (Malpaso, 2015), El Celta no tiene la culpa (Libros del KO, 2015) y El rumor de la frontera. Viaje por el borde entre Estados Unidos y México (Península, 2016, segunda edición, que incluye el poemario inédito La canción del ocotillo). Escribe los blogs El miradoren fronterad, y Lluvia racheadaen ABC.

Los migrantes que no importan

Los emigrantes que no importan

El libro que me gustaría recomendar es Los migrantes que no importan, del reportero salvadoreño Óscar Martínez, un proyecto del formidable periódico digital Elfaro.net, que con la editorial Sur +, de México, lo ha editado. Pocas crónicas tan valientes, dolorosas, bien documentadas como las de La Bestia, ese tren infernal que liga la frontera sur de México con la norte. Comparto las palabras Francisco Goldman en la contraportada: “Los migrantes que no existen es el libro más impresionante de no ficción que he leído en años”. Este libro te interpela, te hace saber lo que no quieres saber. Repito algo que escribo en el prólogo a la segunda edición de mi libro El rumor de la frontera: “Allí, apenas al comienzo de su propio viaje, le pregunta uno de los tres compatriotas que huyen al Norte, al país que un tal Trump ha prometido limpiar de hispanos ilegales: ‘Disculpá, espero que no te ofenda, pero hay algo que no entendemos. ¿Por qué nos ayudás? ¿Por qué te importa?'”. Esa es la pregunta que nos podríamos hacer nosotros.

lectura recomendada

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Autor: Óscar Martínez. Título: Los migantes que no importan. Editorial: Icaria. Edición: Papel

Migrantes Que No Importan, Los - En El Camino Con Los Centroamericanos Indocumentados En Mexico
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Andrés Aberasturi: “No sabemos enfrentarnos a nuestro sufrimiento”

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“Hay que decir las bárbaras, amorosas crueldades. Las que nos hacen daño y que llegan a la verdad a través del sufrimiento.”

Cristóbal tiene la mirada dura y frágil, y manos delicadas y suaves. Nació hace 36 años con parálisis cerebral, y ha peleado por su vida en muchas, demasiadas, ocasiones. En su silla hay colores verdes para alejar esos tonos grises, tan serios y habituales de las sillas de ruedas. Su risa es la vida –“un canto”, como dice su padre, Andrés Aberasturi– y sus silencios son el enigma y desconcierto que abisman a su familia. He leído dos veces esta carta sin final, este diario desordenado de sensaciones y reflexiones recogidas a lo largo de tres años, lleno de frases inconclusas, porque las palabras no salían o, quizá, dolía demasiado pronunciarlas. Lo he leído dos veces porque Aberasturi lo ha escrito desde las entrañas, en voz queda, para su hijo Cris, y es un libro hermoso. Quiere contarle el mundo a ese hijo tan amado, no el mundo exterior, “esa infamia, que estremece hasta la ira”, sino el microcosmos que le rodea, aunque él jamás podrá leerlo. También lo ha escrito para sí mismo. “No sé si escribo para ti, o me sirves de coartada”.

“Mi verdad es que esperé tu muerte cuando apenas habías acabado de llegar al mundo, cuando, inocente, intuí que estabas condenado al sufrimiento, a una vida que solo era una burda imitación de la vida, una isla en medio de la nada, el silencio.”

El sufrimiento físico de su cuerpo herido no tiene ningún sentido, y así lo cuenta Andrés. Nunca tendrá el menor sentido que un ser inocente tenga que pasar tanto dolor. Ni lo tiene para esos padres, que no saben cuántos calvarios más podrían quedar por vivir. Andrés grita en silencio por tamaña injusticia, sin odio, pero con desasosiego. El mundo de Cris es un misterio para un padre que no puede traspasar la barrera de la piel en esa comunicación que a veces se abre con un cálido abrazo, y otras se cierra para regresar a ese lugar que tan solo Cris conoce, a esa ausencia mil veces vivida: “Más allá del tacto, de la piel, todo es grito o silencio”. Y eso es precisamente lo que lo que angustia y aterra a Andrés, porque la comunicación, la palabra, no es posible. No ha sido posible por un error de la naturaleza carente de sentimientos. Existen los gestos que se interpretan, “como sí” fueran las respuestas que conocemos en nuestro mundo, porque es necesario y humano interpretarlas así. Y quién sabe si en el fondo, en algún recoveco del cerebro dañado de Cris, es de algún modo también así.

“Cris es la última razón de esa paz interior que es compatible con la lucha cotidiana y el desasosiego. Lo más injusto es que al final resulta ser lo que equilibra el mundo.”

Sin palabras. Tan solo ese mundo íntimo de sonidos que no se puede descifrar. Sin una palabra que conecte el gesto con nuestro conocimiento. Mamá. Solo esa gran palabra hubiera mitigado el sufrimiento de sus padres, que no han podido llevarle de la mano, en el sentido más metafórico de la expresión. Cris, tan indefenso, tan inocente, y tan bueno. Andrés no pide que su libro sea una guía, ni un ensayo. Es éste su punto de vista, su realidad, que no tiene por qué coincidir con la de otras familias que estén pasando por lo mismo. Pretende ser sincero consigo mismo porque cada vez tiene más dudas y zozobra, y ha sentido que ha llegado el momento de dejarlo todo escrito. Es una responsabilidad exponer la verdad, para él, y por él. Dejar testimonio de la realidad sin matices, sin adornos. Andrés nos dice que “conviene morir con todo dicho”.

“Yo seguiré cada minuto de mi vida levantando mi voz sin esperanza alguna, porque este mundo no es digno, porque la naturaleza no es justa, porque el error se puede asumir pero no comprender y mucho menos aceptar.”

Andrés Aberasturi se pone en la piel de Cris e intenta mirar con sus ojos. Arranca belleza de la dureza en cada verso, pues este libro es como un poema, desde el momento en que su hijo llegó al mundo y pasó por sus primeras críticas horas, en las que su “verdad solo pedía ser el minuto siguiente”, pasando por momentos que rozan la paz, “estar feliz”, como lo denomina él. Y luego está la duda. La terrible duda de tener en tus manos el destino de la más amada de las vidas. Incluso lo que a nuestros ojos es lo más banal se torna desconcierto para un padre que se pregunta cuántas veces su hijo habría tenido sed y él no lo supo, cuántas puso su silla en un lugar donde a Cris no le apetecía estar. Un padre que se pregunta por qué cambia su mirada, qué es lo que produce la bendición de su risa. Qué impide que salga su llanto.

“Qué te puedo dar, que no me sufras.”

Cómo explicarte el mundo, CrisEn este diario que cambia como el paisaje Aberasturi ha sido severo, pero honesto consigo mismo. Despoja los hechos de lugares comunes y consuelos que no sirven para explicar una realidad descarnada, y a la vez dulce, pues está colmada de cariño. No ha sido complaciente. Pero este testimonio, en muchos momentos desgarrador, es necesario. Y lo es porque en sus frontales revelaciones late la vida, la real, con sus derrumbes, y su renacer en forma de amor en su estado más puro y menos egoísta. Podemos pasar por la vida engañándonos con espejos deformantes, pero únicamente postergamos ese diálogo frente a uno mismo, cuando ya no quede más por andar, y quizás convenga concederse aunque solamente sea ese único momento. Cómo explicar el mundo. Empezando por intentar entender su terrible, hermosa y contradictoria Verdad.

“Lo que has amado es lo que justifica una vida.”

Al finalizar este extraordinario libro escribí un subtítulo tratando de ponerme, por un momento, en el lugar de Aberasturi y en el de tantas familias que pasan por el mismo trance: Cómo explicarte el mundo, Cris: ojalá pudieras explicarme tú a mí cómo es el tuyo.

“Estás tu que todo lo redimes, la inocencia hecha carne y habitando entre nosotros. Bendiciendo el mundo con tu risa, salvándolo con tu dolor a cuestas, haciéndolo, sin saberlo, un poco más hermoso, dándonos una razón para seguir aquí. Una razón injusta, pero cierta. Eres parte de Dios, eres Dios mismo. Tu existencia mantiene la armonía del mundo y las cosas. El mundo no es hermoso, pero tal vez se pueda vivir aún hermosamente sin necesidad de engañarse.”

"No sé lo que ocurre más allá de la piel de mi hijo y ese misterio seguirá siéndolo aún por muchos años"

Andrés Aberasturi, “Aberas” para los amigos, es escritor y reputado periodista. Ha trabajado en el diario Pueblo, así como en programas informativos y de entretenimiento en televisión y radio, especialmente en Onda Cero. Actualmente colabora en el programa de Radio Nacional de España No es un día cualquiera y es columnista en la agencia Europa Press. En 1972 publicó su primer libro de poemas, Sincronía en tiempo de vals, un volumen de relatos en 1986, Las soledades de la Carancanfunfa, y un ensayo humorístico, Dios y yo, en 1994. Cinco años después se editó su segundo libro de poemas, Un blanco deslumbramiento. Palabras para Cris.

–Estimado Andrés ¿Es menos duro ahora, tu diario ha ayudado?
–No, la realidad no cambia y el hecho de escribir, en todo caso, te enfrenta de nuevo con el pasado, te hace comprender el presente, y te das cuenta de que el futuro empieza cada día. No creo que escribir, al menos en mi caso, me libere de nada ni cambie nada.

–¿Has hallado alguna respuesta, o aprendido a convivir con las dudas?

–A los 68 años, si eres honesto contigo mismo, sólo aumentan las preguntas y son las preguntas de siempre y hay tantas respuestas que las preguntas siguen ahí sin resolverse. Supongo que la vida es eso, una eterna búsqueda de respuestas que nunca llegan o te das cuenta de que no son válidas. ¿Dudas? Imagino que, como dices, se trata de aprender a convivir con ellas sin resignarse.

–Al final, el Dios que guardó silencio está en el mismo Cris, y en otras cosas que tú describes en tu libro. ¿Es lo más parecido a hallar esa paz tan añorada?
–La paz es un concepto extraño, complicado. Yo intento vivir en paz conmigo y con las cosas pero sin resignarme. Y de alguna forma, sí: Cris, su vida, su mirada, sus silencios, su risa son mi guerra pero también mi paz.

–¿Has encontrado alguna forma particular de creer?
–Si te refieres a Dios, no. Creo en la armonía del universo, en el hombre de uno a uno, en la inocencia… Todo eso junto y muchas cosas más deben de ser Dios.

–Hablas de la muerte, dices no saber si la temes o no. ¿Qué te ayuda en ese pacto amor-odio con ella?
–Cuando tienes más pasado que futuro conviene acostumbrarte a la idea, convivir con ella, perder el miedo. La he visto muy cerca tantas veces que trato cada día de perderle el respeto. La muerte es el final y no hay más. No pasa nada.

–Nos educan para tener hijos sanos y, en general, a vivir “como si” todo respondiera a interpretaciones tranquilizadoras. Quizá el problema esté ahí, en que no nos forman para aceptar derrotas en esta contradicción que se llama vida y lleva implícito a su contrario. ¿Cómo desmontar todo eso? La gente en general vive como si la desgracia fuera algo tangencial.
–Yo creo que hay un concepto posmoderno –ponle el nombre que quieras– de lo que es la felicidad y que seguramente no es más que un gran error. No sé cómo se puede desmontar todo eso, imagino que no de la noche a la mañana, pero es evidente que no sabemos enfrentarnos a nuestro sufrimiento y, lo que es peor, ni siquiera al de los demás. No sabemos o no queremos, no sé.

–El paisaje es importante es tu libro, al menos a mí me lo parece. A veces se torna opresivo y amenazante, otras complaciente y en calma. Parece como si el escenario, Cris, y tú mismo fuerais en paralelo. ¿Es así?
–Sí, sí, y eres la única que se ha fijado en eso. Quizás es lo que te decía sobre Dios: la armonía –o todo lo contrario– es esa conjunción de lo que me rodea y me lleva a un estado de ánimo.

–Los familiares más directos de un niño con parálisis cerebral, especialmente en aquellos casos en que se sufre un grado de deterioro neurocognitivo más profundo, puede ser que no perciban por parte de éste señales afectivas de la esfera psicológica más básica, ya sea de amor, cariño, ira, rechazo, etc. No obstante, eso no significaría que estos niños carezcan de estas emociones. Por muy avanzada que esté la neurociencia, ¿no crees que sea muy posible que aún se desconozcan los mecanismos y resortes más íntimos que generan dichas u otras emociones, pese a la falta de expresividad que exista en algunos de estos pacientes?
–No tengo ni idea, apenas si se sabe nada del cerebro, y se sabe cada vez más. Pero es algo que ya no me preocupa. No sé lo que ocurre más allá de la piel de mi hijo y ese misterio seguirá siéndolo aún por muchos años. De ahí la incomunicación y el desasosiego.

–Andrés, en un momento del diario te confiesas. “Me acuso y no me culpo de no haber encontrado sentido a tu existencia, de haber intentado con todo mi corazón justificar racionalmente tu vida, tu presencia en esta tierra al margen del amor que te rodea”. Después de este ejercicio de sinceridad brutal, ¿te sientes más aliviado o, tal vez, un poco derrotado?
–Ni lo uno ni lo otro. Me siento en paz, como antes de escribirlo. El libro no es más que una reflexión de muchos años y que se hace pública ahora. Me hubiera gustado pensar otra cosa, escribir otra historia, pero no sería honrado. La existencia de un ser humano que carece de libertad desde el origen es una estafa sin sentido, una enorme injusticia.

–Cuando piensas en Cris, ¿qué palabra acude a tu cabeza?
–Inocencia, rabia, ternura…

–Cuando veía tus frases sin completar (en alguna ocasión confiesas cómo duele cada línea) a veces me inventaba un final. ¿Qué pasaba cuando las dejabas sin finalizar? Cuando hablas de la felicidad dices: “La felicidad no es más que… Da igual eso ahora”. Pero Andrés, a mí no me da igual, me gustaría saber cómo acabarías ahora esa frase.
–No lo sé, sigo sin saberlo y creo que me da igual. Sé lo que es “estar” feliz, pero no “serlo”. No creo que sea moral en este mundo ser feliz, al menos a mí no me lo parece, pero no trato de predicar nada. Sólo hablo de mí.

–Hay mucha gente que se sentirá identificada con lo que has escrito, pero quizá haya quien no, y ya lo adviertes en tu libro. ¿Qué respuesta has tenido de otros padres?
–En general creen que digo lo que muchos pensamos, pero también muchos de esos muchos no ven las cosas como yo, y están en su derecho y les respeto.

–Vosotros lograsteis llenar de color el mundo de Cris. He visto que también lo habéis hecho en El Despertar, la residencia que habéis construido junto con otros padres. Cómo sigue avanzando vuestro proyecto?
–Pues como todas estas cosas: de milagro. Las ayudas son insuficientes, las leyes no se cumplen y la crisis nos ha golpeado mucho. Pero es lo que hay, y seguimos levantando la voz por los nuestros.

–¿Crees que la imagen que la sociedad tiene de la discapacidad está muy edulcorada?
–No es que es esté edulcorada, pero no se puede hablar de discapacidad, así en general. La vida ha hecho que nuestro centro acoja al último peldaño de la parálisis cerebral, la más severa, la más dura, la que no puede ni tener talleres ni integración posible, la que muchos –llenos de buena voluntad– no pueden ver porque se les encoge el corazón. De ellos no se sabe nada, no salen en los medios.

–Hace 18 años le dedicaste a Cris el libro de poemas Un blanco deslumbramiento. Palabras para Cris. ¿Te fue más sencillo expresarse a través del verso, o lo ha sido ahora con la prosa?
–No hay diferencias; en ninguno de los dos casos pensaba escribir un libro, y lo mismo que el primero salió él solo en verso, este ha salido en prosa.

–¿Vas a seguir escribiendo el diario?
–No, no; ya he dicho lo que tenía que decir y el libro termina sin punto final. Es todo.

Estimado Andrés, nos iremos de aquí sin entender nada, o casi nada. No habrá respuestas, porque a lo mejor tampoco sabemos hacernos las preguntas. Las adecuadas. Pero quedará la belleza de algún momento, o de muchos momentos. Como tú dices, “impregnados de sensaciones –buenas, malas– que habremos sabido procesar, como hace Cris a su manera, distinta a la nuestra”.

Decía Semprún que si los novelistas, o los poetas, no se apropiaban de la memoria, ¿cómo iba a continuar? Tú eres una de esas personas que han contribuido a perpetuar la memoria, pues gracias a ti el chico que te enseñó a llorar siempre va a existir. Deseo que celebréis con Cris ese 40 aniversario, y que, aquí y ahora, el canto de su risa gane la partida al silencio.

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Fin, de Fernanda Torres

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Brasil está de moda; es el protagonista indiscutible de este verano olímpico de 2016. El mundo entero habla al unísono, en todos lo medios, de aquel país singular repleto de excitantes claroscuros. Nosotros queremos aquí hablar de su literatura, concretamente de una de su autoras revelación: Fernanda Torres. Actriz de cine, teatro y televisión, el público carioca ya se había acostumbrado en los últimos años, además, a leer las opiniones de esta mujer polifacética en la prensa local, en Diario Folha de San Paulo, Veja Rio o en la revista Piauí.

Su salto a la literatura parecía la prolongación natural de este impulso narrativo y se produce con Sete anhos su primer libro; una recopilación de crónicas de su profesión y vida. De ahí, el salto a la ficción no se ha hecho esperar.

Alfaguara acaba de traducir y publicar su primera novela que lleva por título una palabra (en este caso) nada premonitoria: FIN.

La novela se centra en la historia de cinco amigos de Rio de Janeiro que se reúnen y recuerdan momentos memorables de sus vidas: juventud, amistades, sexo, frustraciones, fiestas, amores, miedos, soledad… vida.

"Juventud, amistades, sexo, frustraciones, fiestas, amores, miedos, soledad... vida."

Álvaro, Silvio, Ribeiro, Neto, Ciro, van desgranando de esta manera su paso por el mundo y el trascurrir del tiempo, y esto le sirve a la autora para llevar al lector por un trozo del camino de la historia reciente (años 70 y 80) de Brasil.

Melancólica, reflexiva, divertida y profundamente humana, esta novela que narra, a través de cinco historias cotidianas, el final de cinco vidas elegidas a azar, proporciona al lector una visión poliédrica y madura de un país famoso en el mundo entero por ser el símbolo superficial de la fiesta, las playas interminables y las muchachas de cuerpos dorados por el sol.

"Melancólica, reflexiva, divertida y profundamente humana."

Todo ello, inevitablemente, está descrito en esta novela, pero cubierto por el velo suave de la melancolía inteligente. Hay en esta historia, en la forma de afrontar la complejidad del tema, un juego de contrastes intensos que, tal vez, sólo pueda darse en Fernanda Torres, acostumbrada a vivir y trabajar encarnando otras vidas y otros personajes.

Fin, de Fernanda TorresSea como fuere, esta actriz ahora también escritora, ha sido capaz de contar una historia con humor pero sin superficialidad; con complejidad pero sin afectación; con la densidad que requiere el recorrer cinco vidas que se dirigen hacia el fin, pero sin abandonar la alegría de vivir.

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Autora: Fernanda Torres TítuloFin. Editorial: Alfaguara. Edición: Papel y ebook

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10 novelas negras para leer este verano

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A continuación, os recomendamos 10 novelas negras que van a hacer que vuestro verano sea de lo más tenebroso. La piscina, la playa, la montaña…; todos son sitios estupendos para irse de vacaciones, y para disfrutar de un buen thriller, cuanto más noir, mejor.

Aquí te dejamos nuestra selección de novelas negras para este verano

 1.- La viuda, Fionna Barton

La Viuda Fiona BartonSi él hubiera hecho algo horrible, ella lo sabría. ¿O no?

Todos sabemos quién es él: el hombre que vimos en la portada de todos los periódicos acusado de un crimen terrible. Pero, ¿qué sabemos realmente de ella, de quien le sujeta el brazo en la escalera del juzgado, de la esposa que está a su lado?

El marido de Jean Taylor fue acusado y absuelto de un crimen terrible hace años. Cuando él fallece de forma repentina, Jean, la esposa perfecta que siempre le ha apoyado y creído en su inocencia, se convierte en la única persona que conoce la verdad. Pero ¿qué implicaciones tendría aceptar esa verdad? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar para que su vida siga teniendo sentido? Ahora que Jean puede ser ella misma, hay una decisión que tomar: ¿callar, mentir o actuar?

Autor: Fiona Barton. Título: La Viuda. Editorial: Planeta. Edición:Papel y ebook

2.- El ataúd de la novia, Unni Lindell

El ataúd de la noviaEn este nuevo caso del inspector Cato Isaksen, Unni Lindell lleva al límite la locura, el horror y el miedo que habitan en el fondo de cada uno de nosotros.

En 1988, Maike Hagg fue encontrada muerta en el sótano del imponente Hospital Psiquiátrico Gaustad. La institución noruega acostumbraba a organizar jornadas de puertas abiertas para que los hijos de los pacientes pudieran conocer a otros niños en su misma situación. Según las conclusiones de la policía, la pequeña habría sido víctima de un desafortunado accidente.

Veinticinco años más tarde, cuando el caso está a punto de ser archivado, Emmy Hammer y Aud Johnsen, que de niñas se vieron envueltas en las extrañas circunstancias que envolvieron la muerte de Maike, se reúnen para esclarecer de una vez lo que realmente ocurrió aquel día. Poco a poco, las escalofriantes prácticas del hospital irán saliendo a la luz, y no tardaremos en descubrir que cuando el recinto se vio obligado a cerrar sus puertas tras la reforma de la Ley de Salud Mental, no todos los internos llegaron a abandonar aquellos muros…

Autor: Unni Lindell . Título: El ataúd de la novia. Editorial: Siruela. Edición: Papel y ebook

3.- 31 noches, Ignacio Escolar

31 nombres«En la casa del colombiano encontraron dos pistolas, una escopeta recortada, un hacha de carnicero, una sierra, algo de cocaína, tres teléfonos móviles casi prehistóricos y 19.000 euros en siete fajos de billetes arrugados, escondidos tras un cajetín de la luz. Pero lo que más inquietó a Velasco, lo único que le alteró el pulso, fue una habitación sin ventanas, con todas las paredes, el techo y el suelo forrados de plástico, como el que se usa para proteger los muebles cuando se va a pintar. No había ninguna brocha en la casa. La habitación estaba limpia y completamente vacía, salvo por un cubo. El cubo estaba lleno de ácido sulfúrico».

31 noches es un mes de agosto que empieza y acaba en ese cubo, que está esperando un cadáver para disolver. Es una historia corrosiva, sumergida en las tripas de una discoteca, la sala Premium, donde un periodista se ve arrastrado en una trama de narcos, matones de discoteca y deudas pendientes en la noche de Madrid. «Soy de los que dicen que no soportan la violencia, de los que se creen incapaces de hacer daño a una mosca. Aquel verano descubrí que no es verdad».

Autor: Ignacio Ecolar. Título: 31 noches. Editorial: Debolsillo. Edición: Papel y ebook

4.- Río negro, Arnaldur Indridason

Rio negroSerie Erlendur Sveinsson

Las noches de Reikiavik ocultan más miserias de las que se ven a simple vista. En una vivienda céntrica de la capital islandesa han encontrado el cadáver de un hombre joven en medio de un enorme charco de sangre. A pesar de lo espectacular de la escena del crimen, no parece haber signos de violencia en el apartamento. Tan solo hay dos cosas fuera de lugar: un chal de mujer en la cama y unas pastillas propiedad del fallecido. La policía tiene muy claro que tras esos indicios puede ocultarse algo bastante más perturbador que un asesinato.

Autor: Arnaldur Indridason. Título: Río Negro. Editorial: RBA. Edición: Papel y ebook

5.- El método 15/33, Shannon Kirk

El metodo 15 33Imaginad a una chica de dieciséis años, embarazada y vulnerable, a quien acaban de arrancar de la tranquilidad de su hogar para arrojarla dentro de una furgoneta destartalada. Raptada… Sola… Aterrorizada.
Ahora, olvidaos de ella.

Imaginad en cambio a una prodigiosa manipuladora de dieciséis años que, desde los primeros instantes de su secuestro, se centra, con tanta serenidad como determinación, en dos cosas: salvar al niño que lleva en su seno y vengarse.

Metódica y calculadora, pone a punto un plan organizado de manera casi científica en el que nada está librado al azar. Su férrea voluntad y su ingenio serán sus mejores armas contra la brutalidad de sus raptores, y lo único que le falta por hacer es esperar el momento ideal para lanzar su ataque.

Autor: Shannon Kirk. Título: El método 15/33. Editorial: Ediciones B. Edición: Papel y ebook

6.- El domador de leones, Camilla Läckberg

el domador de leonesEn ocasiones, el mal puede ser aún más poderoso que el amor.Una tragedia familiar no resuelta reabre varios casos en el presente.

Estamos en pleno mes de enero y en Fjällbacka hace un frío polar. Una joven medio desnuda deambula por el bosque nevado y llega a la carretera. Un coche aparece de la nada y no tiene tiempo de esquivarla. Cuando el comisario Patrik Hedström y su equipo reciben la alarma sobre el accidente, la chica ya ha sido identifi cada. Desapareció cuatro meses atrás y desde entonces no se ha sabido nada de ella. Su cuerpo tiene marcas de atrocidades inimaginables, y es posible que no sea la única, ni la última víctima de su agresor. Al mismo tiempo, Erica Falck investiga una vieja tragedia familiar que acabó con la muerte de un hombre. Erica sospecha que su esposa oculta algo terrible y teme que el pasado proyecte su alargada sombra sobre el presente.

Autor:Camilla Läckberg. TítuloEl domador de leones. Editorial: Maeva. Edición: Papel y ebook

7.- El enemigo en el espejo, Leif Davidsen

el enemigo en el espejoEn el desierto de Death Valley, Arizona, un hombre todavía joven acaba de regresar de un viaje de una semana como guía de supervivencia para unos turistas japoneses. Está encantado de poder disfrutar de esa imagen, que ha construido pacientemente, de ciudadano modelo estadounidense con esposa, hijos y trabajo. Nadie sabe que detrás de este frágil anonimato se esconde un veterano de la guerra de Bosnia buscado por un impresionante número de asesinatos por encargo. Nadie sabe de las pesadillas que lo atormentan constantemente o que él, cuyo verdadero nombre es Vuk, es más conocido por la policía de todo el mundo como el Danés Serbio. Nadie… Hasta que los ataques del 11 de septiembre sacuden el mundo y él, atrapado por su pasado, está obligado a volver a sus misiones…

AutorLeif Davidsen. TítuloEl enemigo en el espejo. Editorial: Funambulista. Edición: Papel y ebook

8.- Asesinato en la Catedral, Edmund Crispin

Asesinato en la catedralEl quisquilloso profesor y detective aficionado Gervase Fen ha abandonado durante el verano su amada Universidad de Oxford para acudir al pueblo costero de Tolnbridge, donde planea pasar tranquilamente sus vacaciones. Va armado con una red para insectos, ya que piensa dedicarse al arte de la entomología. Pero la calma y el sosiego duran poco. La villa está consternada por el misterioso asesinato del organista de la catedral. El músico en cuestión no tenía ningún enemigo conocido y su labor en la iglesia era inofensiva, así que la policía no es capaz de dar con un sospechoso. ¿Se tratará acaso de la conspiración de unos espías alemanes? ¿O tal vez de la consecuencia de los aquelarres que, según se rumorea, llevan practicándose por esos lares desde el siglo XVII? Tan ingenioso como Agatha Christie y tan hilarante como P. G. Wodehouse, Edmund Crispin, uno de los maestros de la novela de detectives inglesa, nos presenta en «Asesinato en la catedral» un nuevo misterio lleno de personajes excéntricos, fantasmas que no lo son, adolescentes aficionadas a las misas negras y espías nazis.

Autor: Edmund Crispin. TítuloAsesinato en la Catedral. Editorial: Impedimenta. Edición: Papel y ebook

9.- El hermano,Joakim Zander

El hermanoTras el éxito internacional de El nadador, Joakim Zander vuelve a sorprender con un potente thriller que te dejará sin respiración. Yasmine Ajam ha dejado atrás su conflictivo barrio de Estocolmo por una ascendente carrera en Nueva York. Hasta que recibe la noticia de que las revueltas que agitan los suburbios de su ciudad pueden estar conectadas con la desaparición de su hermano Fadi, a quien se dio por muerto mientras luchaba junto al Estado Islámico en Siria.

En Londres, Klara Walldéen trabaja en la preparación de un informe que debe presentarse ante la Unión Europea. Pero tras el robo de su ordenador y la sospechosa muerte de uno de sus colegas comienza a darse cuenta de que el encargo podría haberla situado en el punto de mira de una peligrosa trama internacional. Durante unos calurosos días de agosto en Estocolmo, los caminos de Yasmine y de Klara se cruzan. Y lo que emerge es la aterradora imagen de una sociedad sin conciencia en la que los poderosos están dispuestos a caminar sobre cadáveres para conseguir sus objetivos.

Autor:Joakim Zander. Título: El hermano. Editorial: Suma. Edición: Papel y ebook

10.- Enterrad a los muertos, Louise Penny

Enterrad a los muertos_135X220Mientras Quebec se estremece en pleno invierno y el frío agrieta la piedra de sus viejas murallas, el inspector jefe Gamache, de baja tras una trágica operación policial, trata de recobrar fuerzas en la casa de su amigo y mentor, Émile Comeau, en el casco antiguo de la ciudad. Hundido física y psicológicamente, el célebre jefe de Homicidios intenta sosegar su mente con un proyecto personal que lo lleva a diario a la Sociedad Literaria e Histórica, un céntrico edificio que alberga miles de volúmenes legados durante décadas por la minoritaria comunidad inglesa de Quebec. Pero en una de sus visitas, Gamache se topa con la vieja biblioteca acordonada: han hallado el cadáver de un hombre en su lóbrego sótano. La víctima es Augustin Renaud, un excéntrico aficionado a la arqueología obsesionado con la búsqueda de la esquiva tumba de Samuel de Champlain, fundador de la ciudad de Quebec en 1608. ¿Qué hacía Renaud en la sociedad? ¿Es posible que los restos del venerado héroe nacional descansen entre los muros de la emblemática institución?

Si bien Gamache se había jurado guardar reposo, no puede evitar involucrarse en una apasionante investigación, fuera de los canales oficiales, que sacará a la luz peligrosos secretos que llevaban siglos durmiendo.

Autor: Louise Penny. Título: Enterrad a los muertos. Editorial: Suma. Edición: Papel y ebook

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Ferragosto al pie de los Apeninos

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El lago Sinizzo, no muy lejos de los Apeninos, tendrá “una cintura” de kilómetro y medio. Vencida la tarde del 15 de agosto, Ferragosto para toda Italia, vecinos de San Demetrio, Succiano y Azzano se reúnen en torno a esa Laguna de aguas sosegadas que se mueven por un sol débil y radiante, cansado pero aún digno. La algarabía de familias inacabables, el chapoteo de los niños tirándose al agua desde cuerdas sujetas a ramas como si fueran Tarzán, los altavoces lanzando al Valle tarantelas y canciones de Francesco de Gregori inundan un lunes espejeante y repleto de sandías, bañadores y vino Chianti refrescado en las tripas del lago  que un muchacho sube recogiendo un cable.

Es un paisaje del primer Cesare Pavese cuando salía con desgana los domingos por los arrabales de la ciudad o se distraía contemplando a distancia los paseos de los enamorados y luego lo escribía en los poemas de Trabajar cansa o Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

"... un lunes espejeante y repleto de sandías, bañadores y vino Chianti refrescado en las tripas del lago que un muchacho sube recogiendo un cable"

No me siento ajeno en la tarde festiva pero sí alguien que viene de lejos y mira con cierta impertinencia una fiesta a la que no ha sido invitado. Así que me dejo caer donde unos críos se hacen aguadillas. Empiezo a nadar para quitarme el calor de encima, sin prisa, con cierta indolencia, a dos metros de la orilla, entre juncos, bajo las ramas de unos árboles que parecen sauces llorones, junto a un camino de tierra y piedras que bordea este lago apacible.

El cuerpo se va haciendo a la tarde de ocio, se me mete el agua en los ojos pese a llevar unas gafas enormes, como de buceo, que me han prestado. Me las ajusto frente a unas zarzas que ofrecen moras rojas y negras. Como tres de ellas y sigo camino de una plataforma de plástico donde algunos jóvenes se besuquean. Sigo y sigo a lo mío, intentando no golpearme con algunas rocas que rodaron hasta aquí hace siglos, en un deshielo tras noches gėlidas en las que la nieve hizo cuña en la montaña y fueron rodando con estrépito en el silencio.

No me demoro, voy logrando un braceo lento pero constante. Me olvido que debo mover los pies, sentir ese aleteo que admiro en las competiciones de Río por la televisión. No es fácil compaginado con unas miradas furtivas hacia las parejas que se arruinan entre toallas, las madres que alzan a niños por los brazos y les dejan caer poco a poco sobre la superficie del agua para que se les vaya quitando el miedo.

Vicenzo, Vicenzo vieni qui!!!

Evito una colchoneta de plástico con forma de canoa que soporta a duras penas a cuatro o cinco adolescentes de pie, luego sentados, luego peleándose, hasta que vuelcan. Soy un flaneur del lago. Voy dejando atrás paseantes aburridos, madres en bikini con helados de dos sabores y abuelos que leen La Gazzetta dello Sport.

"Soy un flaneur del lago. Voy dejando atrás paseantes aburridos, madres en bikini con helados de dos sabores..."

Llego donde partí sin cansarme demasiado. Los críos de antes siguen con sus aguadillas. Ha sido un cuarto de hora mal contado. Descanso un poco y me dejo caer de nuevo sobre las aguas ya más oscuras del Sinizzo para encontrar el sosiego de hace unos minutos. Para no ser nada. Para recordar un cuadro de Alice Gombacci que he visto en el aparador de un hotelito de Roma esta mañana y que no me atreví a robar: una mujer oronda, como las de Botero, en bañador, fumando y con aletas contempla desde su bañera una pecera con un pez tan grande como el recipiente, que a su vez mira a la mujer con ojos de búho. Nada más. Se miran, sin más. Pero la escena me hizo gracia. Bueno, me quedé perplejo. Y mientras sigo nadando me pregunto si la propia Alice estuvo una mañana en la bañera de su casa en bañador y con un cigarrillo con la ceniza a punto de caer, observando la mirada femenina y naif de un pez tan grande como su pecera. Y si pintó el cuadro para evitar la mirada agobiante del maldito pez que le fue acompañando durante una pesadilla y otra también. O si lo soñó. O si lo dijo una amiga.

O lo vio en una película. Nunca lo sabré. Pero me vino bien para completar una segunda vuelta al lago Sinizzo un tarde festiva de lunes no muy lejos de los Apeninos.

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juan carlos onetti

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En 1980 Eduardo Galeano le preguntó a Juan Carlos Onetti si los diarios uruguayos podían publicar su nombre, a lo que Onetti respondió: «…Hasta no hace mucho, los libreros no se animaban a poner mis libros en los escaparates y en los diarios yo estaba negado. Los chicos de El Día, que es el único lugar donde se puede decir algo, ponían: “Como escribió el autor de La vida breve…” y los tipos pensaban que era Manuel de Falla,..». ¿Cuál había sido el pecado?: «Presidir un jurado de literatura y premiar un cuento que la dictadura consideró pornográfico». Resultado: tres meses de cárcel. Después vendría el exilio en España.

Onetti mantiene una lenta pero intensa dedicación a la literatura, con libros que confirman su vigorosa personalidad literaria, además de un Premio Cervantes en 1980. Un largo camino desde su primera novela, El pozo (1939) hasta los Cuentos Completos (Alfaguara, primera edición en 1994), en los que me he basado para escribir este post.

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Atardecer. Ilustración de LPO

Mientras el poder cambiaba de manos en su país, Onetti saltaba el charco sin mirar hacia atrás –Santa María al fondo de sus más recónditos recuerdos— y entraba en el Madrid de la reconversión cultural e ideológica. Pronto dejó de interesarse por las cosas de afuera y la ciudad se le quedó reducida al estrecho marco de su ventana. Colocó en su mesilla de noche el tabaco y la botella, y se acostó para siempre: «Si camino, es peor. Ya probé. Una vez», dijo.
Onetti ha creado a lo largo de su obra un universo literario ruinoso, desesperanzado y críptico llamado Santa María, en el que el sutil tratamiento del tiempo y del espacio hace que sus historias parezcan flotar en un plano irreal.
La atmósfera de estos relatos —como en sus novelas— planea entre lo cotidiano; la rutina y la inercia mueve a sus personajes, amordazados a una existencia vacía y gris y a la sordidez en la que viven, aman o mueren. Son personajes que se niegan a la resignación, pese a vivir invadidos por un hondo pesimismo.
Hay permanentes desencuentros a causa de una especie de malentendido existencial cuyo destino es la incomunicación y la soledad, como en el cuento “El posible Baldi”, en que el protagonista habla con una mujer que le aborda en la calle y le pide que le cuente cosas de su vida. Baldi, en un transformismo brutal «contra una lenta vida idiota», convierte su pasado en un cenagal de acciones horribles e indignas, como, por ejemplo, el tiempo que dice haber estado en Sudáfrica: «No necesitaba saber inglés porque las balas hablan una lengua universal. En Transvaal, África del Sur, me dedicaba a cazar negros».
Todo va surgiendo en él a modo de peldaños oníricos de una existencia que odia. Como Baldi, los demás personajes onettianos parecen ser devorados por el tedio que marca sus vidas en un mundo complejo y recurrente, tanto en los temas como en el perfil de algunos de sus personajes —Díaz-Grey, Brausen—. Santa María configura el lugar mítico en ese sombrío ciclo literario en el que la desesperanza es una parábola sobre el mundo.

Relaciones herméticas
Las relaciones amorosas en los relatos de Onetti son de una complejidad agobiante, a veces enfermiza, a menudo con consecuencias fatales. En “Bienvenido, Bob”, por ejemplo, narrado en primera persona, pueden observarse esas relaciones herméticas y difíciles tan características: el joven Bob prohíbe al narrador casarse con su hermana. Según él, es viejo. Tiempo después, Bob se ha convertido en Roberto, un hombre acabado, y el narrador masca su venganza viéndole en la ruina humana que ahora representa.
He aquí alguna de sus rotundas frases: «Ahora se llama Roberto y se emborracha con cualquier cosa, protegiéndose la boca con la mano sucia cuando tose…», o «… Usted no se va casar con ella porque es viejo y ella es joven. No sé si usted tiene treinta o cuarenta años, no importa. Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios». En otro momento el narrador dice no haber amado a mujer alguna con la fuerza con que él ama su ruindad (la de Roberto), «su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres».

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Larsen y las prostitutas. Ilustración de LPO

Si en “Justo el treintaiuno”, Onetti, después de meternos de lleno en el sórdido ambiente del protagonista, nos salva con un final tímidamente esperanzado en la respuesta que Frieda le da al narrador cuando le pide dejar la prostitución: «Como quieras» -dijo-. «Dame otro trago, vamos a festejar el año», en “El infierno tan temido” el ejercicio del horror cotidiano vuelve a la carga. La crueldad de Gracia César, la mujer de Risso, que le envía desde distintos lugares fotografías suyas al lado de diferentes hombres que elige para su venganza, es uno de los cuentos en el que la carga existencialista, el amor, la angustia, la crueldad y la decadencia moral se multiplican hasta el paroxismo. Poder leer “Un sueño realizado”, “La casa en la arena”, “Tan triste como ella”, o cualesquiera de estos cuentos completos, a los que se añaden dos inéditos, constituye una espléndida ocasión para reencontrarse con un maestro indiscutible de la literatura.
Onetti hablaba de Balzac, Henry James o Melville como novelistas a los que siempre volvía. Entre todos dijo entregarse más a Faulkner, del que acababa diciendo: «Yo he leído páginas de Faulkner que me han dado la sensación de que es inútil seguir escribiendo». Afortunadamente no ha sido así y Juan Carlos Onetti continuó, con la lentitud conocida, enviando mensajes. Sus novelas y cuentos sirven para confirmar que estamos ante el creador de la más intensa geografía moral de nuestra literatura, uno de los mejores escritores en nuestra lengua.

Hay un volumen dedicado a Julio Cortázar que en 1980 publicó la revista Cuadernos Hispanoamericanos (en aquel tiempo la dirigía José Antonio Maravall y era subdirector Félix Grande -qué grande su Blanco spirituals-) que incluye una carta que Onetti le escribe a Cortázar, plena de amistad y de crítica al establishment.

ONETTI y CORTAZAR3500

CARTA  A  JULIO  CORTÁZAR
Después de varios intentos acepté mi congénita capacidad para escribir críticas en materia de literatura. Terminé por decirme que escriban ellos. Y es seguro que en este número de justo –ya era imprescindible– homenaje que dedica Cuadernos Hispanoamericanos a Julio Cortázar habrá muchos de ellos y un alto porcentaje de estudios estructuralistas, considerando que la moda aún no ha muerto y que permite pasar momentos felices a los lectores.
De manera que sobre Julio solo puedo escribir una carta amistosa como contribución humilde al homenaje; y una carta breve, historieta con obligadas pausas a pesar de la sinceridad mutua.
Cuando vi a Cortázar por primera vez en Buenos Aires, desconfié. No por opiniones políticas, en las que coincidíamos; no, tampoco por una subterránea riña amorosa, de la que luego él salió triunfante en París, dejándome la resobada tristeza de una letra de tango.
Desconfié porque yo era arltiano y él parecía un brillante delfín de la revista Sur. Había publicado Cortázar un libro llamado Los reyes, que él sigue defendiendo y yo, a estas alturas, no.
Pasaron los años y Cortázar, no sé si en París o en Buenos Aires, publicó un libro de cuentos, varios libros que me deslumbraron y siguen haciéndolo cada vez que los releo. Y son muchas veces. Después, sin aviso previo, apareció Rayuela. Ahí Cortázar se descolocaba y colocaba. Se descolocaba de la tradición novelística de nuestros países, aceptada o robada de lo que se escribía en España o Francia. Su actitud resultó escandalosa para infinitas momias, rechazo que no lo conmovió porque deliberadamente se trataba de provocarlo. Y el autor se colocaba, sin buscarlo, sin buscar nada más o menos que un entendimiento consigo mismo. Al frente de una juventud ansiosa de apartar de sí tantos plomos, de respirar un poco más de oxígeno, de entregarse con felicidad a la zona lúdica y sin respuesta satisfactoria de su propia personalidad.
Claro, Julio, que las momias lo siguen siendo –aunque a veces se desembaracen de algunas escasas vendas– y la literatura nuestra necesita muchas e imprevisibles rayuelas.
Pero recuerdo que se trataba de una simple carta, que pisé terreno resbaloso y que me acaban de anunciar que el poseedor de más de veinte títulos encomiásticos que las legiones de cobardes y adulones acercan al patrón, poseedor además de millones de dólares robados con astucia o brutalidad, ha sufrido un leve infarto en Paraguay, la hermética.
Ahora pienso sin remedio en otra dimensión de cosas y me despido de ti con el abrazo que sabemos reiterado, aunque pasemos otros años sin vernos.
PS.- Gracias por tu última carta; era tan buena que quedó sin respuesta.
JUAN C. ONETTI // Septiembre, 1980

 

Juan Carlos Onetti nació en Montevideo, Uruguay, el 1 de julio de 1909 y murió en Madrid el 30 de mayo de 1994.  Fue director del semanario Marcha (1932-42) y dirigió también la delegación de la agencia Reuter, además del semanario Vea y Lea. Estuvo al frente de una empresa de publicidad y de las Bibliotecas Municipales. Su primera novela, El pozo (1939), inicia su producción centrada en el análisis de la incomunicación y la soledad y «marca el nacimiento de la nueva novela hispanoamericana», según Mario Vargas Llosa.

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Bases del concurso de Relatos de verano de Zenda e Iberdrola

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La entidad Iberdrola España, S.A.U. (en adelante “Iberdrola”), sociedad válidamente constituida y con domicilio social en Bilbao (Bizkaia), Plaza Euskadi número 5, con NIF número A-95758355, en colaboración con la página web www.zendalibros.com propiedad de Ruritania Editores, S.L., con domicilio social en Calle Alcalá 63, Madrid (en adelante “Zenda”), han creado el concurso de Relatos de verano, una promoción de carácter gratuito que se desarrollará de acuerdo con lo previsto en las presentes bases.

1. El objetivo de la presente promoción es promover la escritura y ofrecer a los usuarios la posibilidad de ganar un premio en metálico.

2. La promoción se lleva a cabo en internet, y pueden participar escritores aficionados y profesionales, así como blogueros y usuarios de redes sociales.

3. Duración de la promoción: Del jueves 18 de agosto a las 12:00, al miércoles 31 de agosto de 2016 a las 23:59. El miércoles 7 de septiembre de 2016 se difundirán los nombres del ganador y del finalista.

CÓMO PARTICIPAR

Para poder participar en la promoción será necesario escribir un texto en internet en lengua española que incluya la palabra VERANO. Dicho texto debe ser publicado en internet mediante una entrada en un blog, una anotación en Facebook o un tuit en Twitter.

Una vez los usuarios hayan publicado el texto en sus blog, Facebook o Twitter, tendrán que inscribirse en el concurso utilizando el formulario creado por Zenda en esta página web, zendalibros.com/concurso-relatos-verano/.

Además, podrán difundir su anotación en las redes sociales (Facebook o Twitter) mediante el hashtag #relatosdeverano.

Cada concursante podrá participar con tantos textos como desee siempre que cumpla con los requisitos establecidos en estas bases.

Los textos deberán ser originales, y no deberán vulnerar en ningún modo derechos de propiedad intelectual e industrial, protección de datos o de cualquier otra índole, de terceros.

La extensión mínima de los textos es de 100 caracteres. La máxima es de 1.000 palabras.

De entre los textos publicados en el plazo indicado, un jurado, formado por el escritores Juan Gómez-Jurado y Lara Siscar, el crítico literario José Belmonte Serrano, la agente literaria Palmira Márquez y Juan Mateu de Ros, por parte de Iberdrola, seleccionarán un ganador y un finalista. El jurado valorará la calidad literaria y la originalidad del texto.

PREMIOS

1. El primer premio está dotado con 2.000 € en metálico. El premio para el otro texto finalista es de 1.000 € en metálico. (3.000 €, en total los dos premios)

2. Los premios estarán sujeto a lo dispuesto tanto en la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, reguladora del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), como en el Real Decreto-Ley 4/2013, de 22 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento del IRPF, de manera que corresponderá a Iberdrola, como sujeto pasivo que satisface la renta sujeta a retención o ingreso a cuenta, la realización del ingreso a cuenta o la práctica de la retención correspondiente a efectos de dicho impuesto.

3. Una vez escogidos el relato ganador y el finalista, Zenda se pondrá en contacto con ellos y se les solicitará nombre y apellidos, y número de teléfono, para explicar el proceso para canjear el premio. En el caso de no poder contactar con alguno de los dos (ganador o finalista) en un plazo de cinco (5) días, el jurado podrá escoger un nuevo relato en ambos casos, y en caso de no contactar con estos segundos en el plazo de cinco (5) días, ese premio quedará desierto.

4. El premio es personal e intransferible. El premio tendrá que ser recogido por el ganador, o la persona que este designe, identificándose con su DNI o un documento acreditativo que Iberdrola considere equivalente.

RESTO DE CONDICIONES

1. Zenda e Iberdrola se reservan el derecho de excluir de la promoción, y, por consiguiente, de la entrega del premio, a aquel/los participante/s que, a su entender, hubiera/n participado de forma incorrecta o a aquellos participantes que defrauden, alteren o inutilicen el buen funcionamiento y el transcurso normal y reglamentario de la presente promoción, incluso aquellos de los que se evidencie o se sospeche una actuación irregular en el sentido descrito.

El participante será entera y exclusivamente responsable de los contenidos, mensajes y/o comentarios que incorpore o comunique. En ese sentido, el participante se responsabilizará en todo caso de toda reclamación relacionada, directa o indirectamente, con la vulneración de los derechos de imagen, protección de datos, honor, intimidad y cualquier otro derecho propiedad de un tercero que hay podido vulnerar con motivo del texto presentado a la promoción, manteniendo indemne a Zenda e Iberdrola de cualquier responsabilidad que se desprenda de dicha vulneración.

En caso de que se participe de manera incorrecta, y se detecte con posterioridad a la entrega efectiva del premio, Zenda e Iberdrola se reservan el derecho de ejercitar las acciones legales pertinentes contra su autor o responsable, entre otras, las tendentes a la devolución del premio.

Iberdrola y Zenda se reservan el derecho a eliminar todos aquellos relatos presentados al concurso que sean reiterativos por su contenido o que guarden parecido con otros que ya se encuentren publicados, por consiguiente, esos relatos no podrán participar en la presente promoción.

Iberdrola y Zenda se reservan el derecho de eliminar todos aquellos relatos que por su naturaleza sean considerados ofensivos, injuriantes, de mal gusto o que atenten contra la legalidad.

2. Pueden participar personas físicas mayores de 18 años de cualquier parte del mundo.

3. Desde el momento en que se aceptan las presentes bases, Zenda e Iberdrola se reservan el derecho de utilizar el nombre y la imagen del ganador y del finalista, por lo que los participantes consienten en la utilización, publicación y reproducción en todo el mundo y sin limitación, por parte de Zenda e Iberdrola de su imagen y su nombre en cualquier tipo de publicidad, promoción, publicación (incluido Internet), o cualquier otro medio, con fines promocionales o informativos siempre que estos se relacionen con la presente promoción, sin compensación económica de cualquier clase para los participantes con excepción hecha de la entrega del premio obtenido como consecuencia de la presente promoción.

4. Todos los participantes manifiestan y garantizan que autorizan el uso de su imagen y nombre por parte de Zenda e Iberdrola, exclusivamente en el marco de la presente promoción y con carácter informativo.

5. Zenda e Iberdrola se reservan el derecho a modificar en cualquier momento las condiciones de la presente promoción, incluso su posible anulación antes del plazo prefijado, siempre que concurra causa justa para ello, comprometiéndose a comunicar las nuevas bases, condiciones de la promoción o su anulación definitiva.

6. Zenda e Iberdrola no se hacen responsables de posibles fallos en la participación debidos a un mal funcionamiento de Internet, Twitter o Facebook (dado que se trata de plataformas independientes) o a cualquier otra causa, tales como interrupciones, ralentización, participaciones no registradas por incompletas o por otros motivos, accesos no autorizados o errores al recibir cualquier información, ni los daños y perjuicios que puedan generar los mismo al usuario.

7. La participación en la promoción implica necesariamente la aceptación de estas bases y del criterio interpretativo de Zenda e Iberdrola en cuanto a la resolución de cualquier cuestión derivada de esta promoción.

8. Twitter y Facebook no patrocinan, avalan, ni administran de modo alguno esta Promoción, ni están asociados a ella. Los participantes son conscientes de que están proporcionando su información a Zenda e Iberdrola y, que solo la utilizará para gestionar su participación en esta promoción, y para, en su caso, comunicarle el premio en caso de que resultara ganador, quedando exento Twitter y Facebook de toda responsabilidad para con los concursantes y participantes.

9. Los datos facilitados por los participantes son confidenciales, y Zenda e Iberdrola no los almacenarán y únicamente los utilizarán con la finalidad de gestionar la presente promoción y por el tiempo estrictamente necesario a tal fin, procediéndose a su destrucción una vez finalizada la misma.

Con la participación por parte del usuario en esta promoción, éste acepta las presentes bases que quedarán depositadas ante notario.

Estas bases se encuentran disponibles para su consulta en http://www.slideshare.net/Iberdrola y en el archivo notarial de bases de concursos y sorteos (ABACO) www.notariado.org. Cualquier aspecto no previsto en estas bases, o duda sobre su interpretación, será resuelto a criterio de la organización de la promoción.

10. Las presentes condiciones generales se interpretarán conforme a la Ley española.

La entrada Bases del concurso de Relatos de verano de Zenda e Iberdrola aparece primero en Zenda.

Concurso de relatos de verano

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Además de muchas otras cosas, nos gusta leer y escribir. Sobre todo en verano. Si tienes energía para escribir un relato veraniego, Zenda es tu territorio: convocamos a escritores aficionados y profesionales, así como blogueros  y usuarios de redes sociales, de cualquier parte del mundo, a un concurso de relatos, dotado con 2.000 euros para el ganador y 1.000 euros para el finalista, patrocinado por Iberdrola.

Para participar hay que escribir un relato en internet en lengua española que incluya la palabra verano. El relato debe ser publicado en internet mediante una entrada en un blog, una anotación en Facebook o un tuit en Twitter

La extensión mínima de los textos es de 100 caracteres. La máxima es de 1.000 palabras.

Plazo de entrega: los relatos deben publicarse entre el jueves 18 de agosto a las 12:00 del mediodía y el miércoles 31 de agosto de 2016 a las 23:59. El miércoles 7 de septiembre de 2016 se difundirán los nombres del ganador y del finalista.

Una vez publicado el relato en un blog, en Facebook o en Twitter, los participantes tendrán que inscribirse en el concurso utilizando el formulario creado en esta misma página web, bajo estas líneas. Además, podrán difundir su anotación en las redes sociales mediante el hashtag #relatosdeverano.

El jurado, formado por los escritores Juan Gómez-Jurado y Lara Siscar, la agente literaria Palmira Márquez, el crítico literario José Belmonte Serrano y Juan Mateu de Ros, por parte de Iberdrola, seleccionará un ganador y un finalista. El jurado valorará la calidad literaria y la originalidad del relato.

Participa en el concurso de #relatosdeverano. ¡Escribe!

(Puedes consultar las bases completas en este enlace.)

#Relatosdeverano

  • Formulario para participar en el concurso #relatosdeverano.
  • Introduce la URL de la noticia con la que quieres concursar

 

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